Columna


El legado de Don Miguel Antonio

AURELIO MARTÍNEZ CANABAL

05 de agosto de 2009 12:00 AM

AURELIO MARTÍNEZ CANABAL

05 de agosto de 2009 12:00 AM

Figura singular en la Colombia del siglo XIX, don Miguel Antonio Caro, cuyo centenario de su muerte se conmemora hoy, formó parte de un selecto grupo de dirigentes que tuvo la capacidad intelectual y la disciplina de trabajo para lograr un formidable desempeño en campos disímiles como la política y la filología, la economía y las disciplinas jurídicas constitucionales, y la cátedra universitaria y el periodismo. El señor Caro incursionó en todos estos terrenos, dejando un legado que el país recuerda y valora. Y todo sin haber salido de la Sabana de Bogotá, reflejo de un sesgo cultural que todavía, en algún grado, perdura en la Colombia de hoy. Políglota, con dominio de seis idiomas, perduran en la memoria nacional su magnífica traducción de la Eneida y el estupendo trabajo, en unión de don Rufino José Cuervo, de la Gramática Latina. Incontables colaboraciones periodísticas estuvieron acompañadas por vigorosas intervenciones en el Consejo de Delegatarios, donde se le dio vida a la Constitución de 1886, y en el Congreso Nacional, consagrándose como brillante orador. Su innegable interés por las disciplinas literarias lo movió a ser cofundador de la Academia Colombiana de la Lengua y a asumir la Dirección de la Biblioteca Nacional. Se recuerda su paso por la Rectoría de la Universidad Católica y su ejercicio docente, como profesor de filosofía en el Colegio Mayor del Rosario y de derecho constitucional en la Universidad Nacional. Sus mayores aportes a la cultura nacional giraron en torno a sus intervenciones como pensador de altos quilates, comprometido con la defensa del catolicismo, y en su condición de ideólogo, sintonizado con los valores tradicionales. Su huella más valiosa, en su importante quehacer humano, la dejó en la Carta Política de 1886, obra cimera de la Regeneración, que tuvo en don Rafael Núñez su máximo inspirador. La autoría conceptual de la incomparable Constitución del 86, que rigió durante más de un siglo, con resultados que todavía se añoran, es asunto que distancia a quienes exaltan la tarea del señor Caro y quienes le conceden la primacía al Pensador del Cabrero. Considero que le asistió toda la razón a Indalecio Liévano Aguirre, al consignar en su biografía de Rafael Núñez: “Y Caro, cuyos rasgos fundamentales ya conocemos, y quien llevó la representación de la Regeneración en el Consejo. De acuerdo absolutamente con Núñez, tuvo sobre sus hombros la honrosa y dura misión de concretar en fórmulas jurídicas el idearium de la Reforma Política.” Finalmente, estimo muy ilustrativo el siguiente párrafo del historiador Liévano Aguirre: “Sencillamente, porque el señor Caro no representaba al conservatismo en el Consejo, sino a la Regeneración; porque su propósito no era hacer una Constitución conservadora, sino una Constitución nacional; porque difería fundamentalmente del credo filosófico que en esos momentos informaba la posición política y jurídica del partido conservador, que no era otro que el individualismo, puesto que ese partido como el Radical, era hijos legítimos de la Revolución Francesa. Sus tesis constitucionales en lo relativo a la propiedad y a la misión del Estado, idénticas por otra parte a las de Núñez, así lo demuestran.” *Abogado Consultor en Minas e Hidrocarburos. marcan2@etb.net.co

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