Columna


El alcohol y la historia de Colombia

CARLOS GUSTAVO MÉNDEZ

21 de marzo de 2010 12:00 AM

CARLOS GUSTAVO MÉNDEZ

21 de marzo de 2010 12:00 AM

La parte final del despelote y del retardo en la entrega de datos de las elecciones del 14 de marzo, fue que el presidente Uribe rogó al Procurador investigar una denuncia que hicieron varios ciudadanos, según la cual el Registrador, Carlos Ariel Sánchez y otras personas, consumieron licor el día de las elecciones, violando la “Ley Seca”. De ser cierto, este sería otro episodio, en el cual el alcohol ha jugado papel protagónico en la historia La primera agresión imperialista que padecimos los colombianos, después de la independencia, el famoso asunto Barrot, que se desencadenó en el momento del traslado de los cadáveres de unos extranjeros asesinados en una finca de la Bahía de Cartagena, el 27 de junio de 1833, en parte se debió a la borrachera que tenía el Alcalde de la Parroquia de la Catedral, Vicente Alandete, quien trató en forma descortés a Adolfo Barrot, cónsul francés en esa época en Cartagena. Este incidente motivó a que Francia enviara, el 1de octubre de ese año, dos naves de guerra frente al baluarte de la Merced, para pedir una indemnización. Otros episodios nacionales en donde el licor tuvo participación fueron: La matanza de las bananeras de 1928, la cual realizó Carlos Cortes Vargas bajo los efectos del Whisky que le daban las compañías bananeras norteamericanas del departamento del Magdalena; y, el hecho de que el poeta Valencia se negó a pagar la cuenta de los licores de la reunión que tuvo con Vásquez Cobo, lo que impidió la unión conservadora en 1930. En el departamento de Bolívar hubo un caso de un político, quien borracho como una cuba, dijo un día en una población cercana a Cartagena: “Quiero que ardan estos cañaverales para que las llamas iluminen la victoria del Partido Liberal”, y como el poder de la palabra es grande, unos campesinos quemaron dos hectáreas de caña. Al día siguiente, en medio de un atroz guayabo, el beodo no se acordaba de lo que había dicho, pero allí estaban las cañas humeantes para recordarle la borrachera. Parece ser que también hubo alcohol de por medio en los hechos de septiembre de 1949, cuando en la Cámara hubo un cruce de palabras entre Carlos del Castillo Isaza y Gustavo Jiménez, tras lo cual se produjo una balacera: resultó muerto Jiménez y herido Jorge Soto del Corral. Este episodio es considerado uno de los factores para explicar la “Violencia” política que azotó al país en esos tiempos. Un presidente colombiano, en medio de una borrachera, después de salir de la casa de un prominente banquero, fue fotografiado orinando en un muro de la casa del magnate a las 6 de la mañana. El primer mandatario, enojado, le partió la cámara al reportero en la cabeza. Esta “gracia” la repitió un embajador colombiano en un país suramericano, por lo que fue destituido. En clave lírica, García Márquez, en El Otoño del Patriarca, habla de un general borrachín, quien en medio de una fiesta, se abrió la bragueta y “con su mustia manguera de zopilote ensopaba con su agrio orín de borracho de guerra los tiernos regazos de muselina, cantando impasible en medio del pánico, yo soy el amante desairado que riega las rosas de tu vergel”. En fin, la mezcla de alcohol y política es peligrosa. Los hechos relatados así lo demuestran. *Directivo universitario. Miembro de la Academia de la Historia de Cartagena. menrodster@gmail.com

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