Los votos de Juan Manuel Santos en la primera vuelta se daban por descontados por ser candidato del Presidente, de las mayorías del Congreso, de los grandes caciques electorales, y por tener recursos incalculables del Estado a favor de su campaña. Lo que intentan explicar los analistas es por qué los resultados por Antanas Mockus y Sergio Fajardo no fueron equivalentes a las expectativas de los últimos meses. Algunos lo atribuyen a las encuestas, por presentar un panorama irreal, creando una burbuja de entusiasmo a la que se subieron quienes impulsan una transformación de las costumbres políticas, convencidos de haber logrado por fin el despertar de ciudadanos abstencionistas y de dar argumentos convincentes a los indecisos. Otros consideran que sí hubo intenciones reales de votos verdes, pero que muchos desistieron por las equivocaciones estratégicas del candidato, sobrefacturadas por sus detractores, como parte de la guerra sucia. También hay responsabilidad entre líderes regionales de la campaña verde, muchos de los cuales erraron por desconocimiento, candidez, soberbia o torpeza. Se dice igualmente que se extralimitó la confianza en los llamados primivotantes, quienes al parecer se quedaron en casa. La coincidencia entre analistas expertos y neófitos es que la votación inconforme, que en principio se pensó sería amasada por Mockus, terminó dispersa, lo que no permitió que Santos alcanzara el respaldo suficiente para ganar en primera vuelta. Si bien Santos tiene a su favor mayorías similares a las que respaldaron al presidente Uribe, las mismas que perdonan sus desafueros, no se puede desconocer que más de siete millones de personas votaron por opciones diferentes a él, lo que legitima la segunda vuelta y permite conservar las esperanzas de cambio. El panorama está complicado para Mockus y Fajardo, que no sólo tendrán que mantener su votación de primera vuelta, sino duplicarla con alianzas y la seducción de nuevos electores, en un lapso de 20 días, con el desgaste y decaimiento emocional de sus coequiperos de campaña. No obstante, la voluntad, los principios, la convicción y la confianza de los protagonistas de la marea verde no pueden desfallecer. Es necesario reconocer con gallardía el triunfo inicial de Santos, sin claudicar. Con la dignidad de la derrota inicial convertida en fortaleza, corresponde seguir enarbolando la bandera de la esperanza, para que más de tres millones de almas asuman el reto de duplicarse y demostrar que la democracia tiene sentido. En la Costa Caribe y en particular Cartagena y Bolívar, es justo reconocer igualmente los logros de Gustavo Petro, lo que representa para su partido una posibilidad de capitalización política en procesos de poder local, si no lo dilapidan con las confrontaciones intestinas usuales. En la democracia, la política ofrece, cómo en las disciplinas deportivas, las opciones de ganar o perder. En esta oportunidad los verdes (me incluyo como ciudadano que cree en el proceso) perdimos y nos debemos preparar con entusiasmo para la revancha, conservando la fortaleza de los sueños y anhelos de un país mejor. *Trabajador Social y Periodista, docente universitario, asesor en comunicaciones. germandanilo@hotmail.com
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