Nunca antes voces dignas como estas, alabanzas semánticas de nuestro idioma, adquirieron tensiones tan rojas de somatén. Siendo también apelativos de dos mujeres brillantes de nuestra política, el sentido de cada una marca su identidad, anuncia la férrea personalidad que las caracteriza y pasa de la altivez de su nobleza lingüística a la grandeza de su valor consciente. Y logra, además, notoriedad al encarnarse en sendas aguerridas lideresas de nuestras contradicciones públicas cuyos nombres se han convertido en símbolos del trascendental ideario que las mueve, curtidas como están en duras luchas por una democracia real que honre la condición igualitaria del ser humano en los planos económicos y sociales y la exalte de modo que el hombre no solo acepte la paridad de género con la mujer, sino que por ella luche con entereza y tesón. De entre sus acepciones, la primera del DRAE define la voz piedad como virtud que inspirada “por el amor al prójimo” realiza hacia este “actos de amor y compasión”, mientras la misma de gloria tiene a esta como “reputación, fama y honor que resulta de las buenas acciones y grandes calidades”. De honrosos nombres, Piedad Córdoba y Gloria Cuartas vistas por ojos dialécticos que interpreten con ciencia y justicia el papel asumido por ellas al vivir y actuar a la par de la consciencia de su pensamiento político, surgen como dúo de una común idea motora. No hay dudas de que la liberal de izquierda, Piedad, por su amor al pueblo entendido como suma de más de un prójimo, está por encima de los epítetos empleados contra ella por la derecha vociferante, discriminatoria y represora, y de que Gloria, la izquierdista del PDA, situada alígera sobre la intolerancia agresiva y criminal de quienes creyéndose dueños de la sociedad, la historia y el Estado, ven subversión en cualquier acto suyo aunque brille en él la bondad propia de la alta calidad de su existencia, vuelan orgullosas y retadoras sobre el lodo neoliberal donde caminan los que las odian, de suyo personas envidiosas de la piedad y gloria humanísticas de sus nombres. ¿Por qué, muchos nos preguntamos, no están juntas la dos, sino que andan separadamente, no obstante su parecido modo de pensar y de estar situadas ambas a la izquierda ideológica, orilla por donde transita el ser democrático verdadero, no importa que la una milite en el PLC y la otra en el PDA? ¿Por qué? ¿Por qué no urden, en el trasegar de sus batallas, encontrarse mañana en la cima de su ideología magistral y asidas a ella se convenzan de que unidas a otros combatientes de iguales inquietudes llegarán más fácilmente a la meta de sus sueños igualitarios? Les hago públicamente estas preguntas para que las examinen y concreten mañana respuestas solidarias con claros actos de entendimiento que empujen dialécticamente la historia y no con palabras que por solo bellas se desmayen ante el viento. Digo lo anterior por el hecho de que hoy los nombres de los partidos son meros mascarones de proa y no guías de su ideario. El del PLC lo prueba, pues su gloriosa L rodeada del rojo izquierdista que Piedad y yo defendemos y Gloria emula con el amarillo revolucionario de su divisa, ha sido cambiada por Ls circuidas de colorines asexuados que niegan el rojo vivaz de su ideología. *Abogado, catedrático, ex Representante, ex Senador, ex Gobernador, ex embajador ante la ONU. jangossa3gmail.com
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