Columna


¿Por qué la paz es tan costosa?

LIDIA CORCIONE CRESCINI

06 de octubre de 2009 12:00 AM

LIDIA CORCIONE CRESCINI

06 de octubre de 2009 12:00 AM

¿Que la democracia cuesta mucho? ¿Que la guerra cuesta? ¿Que vivir en la pobreza tiene un precio muy elevado? ¿Que la salud es un caos? ¿Que los servicios públicos son un desastre? ¿Que la consulta fue una inversión monstruosamente costosa e innecesaria? ¿Que lo mínimo que necesita un ser humano es un techito? ¿Que la contaminación ambiental, auditiva y visual están acabando con el planeta tierra? Estos son unos cuantos de los muchos interrogantes que nos llevan a pensar reflexivamente hasta dónde ha llegado el valor de la integridad física y moral del ser humano. Asuntos preponderantes como estos van de la mano de un país del que emanan gases tóxicos de corrupción, que son la negación de la equidad y justicia social a la que todos y cada uno tenemos derecho, respaldados por una Constitución Política en su famoso pilar “Estado de derecho”, ejercido por unos hombres, que al final, son como uno, pero que izan su capa de fuero o investidura y nos arrojan gases lacrimógenos para continuar cegando y segando el panorama cada vez más árido, sometiéndonos a las interminables ideas e ideales políticos en este abanico de partidos que nos ofrece un cambio abrupto para este país que está hundido en el fango. Nos muestran sus alas de arcángeles con propuestas ungidas con valeriana y así dar un giro de 360 grados, ya que vivimos en el infierno. De papeles, palabras hermosas y atractivas, estamos saturados desde hace largos años y cuando –esperanzados- votamos “democráticamente por el cambio” nos encontramos con la cruda realidad de que el barniz que los cubría se escarcha rápidamente mostrándonos al verdadero zorro. Esto me hace recordar el famoso cuento infantil de la Gallinita trula, que un día paseaba por el campo y le cayó una cáscara en la cabeza e inmediatamente dijo: “El cielo se va a derrumbar”. Los animales que pasaban por allí empezaron a regar la noticia rápidamente. El zorro, que se percató del asunto, se le fue acercando uno a uno y les decía: vengan conmigo a mi cueva, que allí no les pasará nada. Al llegar a la cueva hacía que se asomaran a ella y los empujaba, después entraba y se los devoraba. Sólo se salvó un animal que se pilló la agilidad del zorro para embaucar a todos. Nosotros, que somos la mayoría, ¿de quién nos podremos salvar? ¿Para qué o por qué surgen los políticos? He estudiado que los sofistas surgieron porque en la política democrática ateniense era indispensable aprender a hablar bien para persuadir y obtener poder. En la asamblea o el tribunal, el triunfo dependía del dominio del lenguaje. Los sofistas fueron por ello maestros de la retórica: el arte de persuadir mediante argumentos. Por la misma razón se interesaron por comprender el funcionamiento del lenguaje. Ahora entiendo el por qué la paz es tan costosa, porque lo que más desea el hombre cuando asume roles de poder es ejercerlo a toda costa sin tener en cuenta el fin, que sería lograr el bien común. No me lo estoy inventando ni es verborrea, simplemente la confusión en que vivimos nos lleva a cuestionarnos a nosotros mismos, que luchamos en el día a día por una estabilidad y un no rotundo a la corrupción. ¿Qué pasaría si nadie votara?, porque a la final…; ¿habrá por quién hacerlo? *Abogada, escritora y docente en Filosofía CBC. licorcione@gmail.com

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