Columna


¿Es posible el “canje”?

VICENTE MARTÍNEZ EMILIANI

24 de agosto de 2009 12:00 AM

VICENTE MARTÍNEZ EMILIANI

24 de agosto de 2009 12:00 AM

Desde hace varios meses el Gobierno y las Farc, por iniciativa de estas últimas, están trenzadas en una controversia sobre la posibilidad de un “canje” entre presos detenidos en las cárceles y soldados y policías secuestrados por la subversión. El debate, con sujeción al imperio de la ley, es inaceptable. Porque no se trata de una negociación entre dos sectores en igualdad de condiciones, sino entre un grupo que quebranta las más elementales normas sociales y otro que encarna “la majestad” de la república y la legalidad otorgada libremente. En otras palabras, es un diálogo entre el Estado, representante de las instituciones consagradas en la Constitución, y un puñado de levantados en armas que buscan el poder con violación flagrante de los más sagrados preceptos que han regido históricamente la existencia de la humanidad. En puridad, la discusión no debería existir. Porque no son iguales los participantes en el diálogo. De un lado está la buena fe manifiesta de un gobierno y de un pueblo que piden y anhelan sinceramente la paz, y, del otro, únicamente hay trapacerías y engaños. El doble discurso de la guerrilla es un secreto a voces. Para los profesionales de la violencia el secuestro es un negocio. Sin embargo, las Farc insisten en negar la gravedad de su inhumano delito. En declaraciones, ampliamente destacadas, la revista “Cambio” publica declaraciones del máximo jefe terrorista, Alfonso Cano, según las cuales: “En toda confrontación militar hay muertos, heridos y detención de combatientes. Mientras ésta perdure habrá prisioneros de guerra, así el gobierno se empeñe en llamarlos tercamente secuestrados”. Con estas desesperanzadoras palabras del sucesor de “Tirofijo” quedó en evidencia el significado que el secuestro tiene para los levantados en armas. Para ellos se limita a una mera consecuencia de la confrontación. Pese a la reiteración, la realidad es bien distinta. La servidumbre impuesta por la fuerza está prohibida y anatematizada desde hace muchos siglos. No hay pueblo sobre la tierra que conceda validez alguna a la esclavitud o a las retenciones violentas de la gente, mientras las Farc las presentan como un asunto sin trascendencia. Ya en la Biblia (Libro del “Éxodo”, capítulo 21), concebido hace más de tres mil años, se le declara repugnante. La ley de Moisés señala: “El que secuestra a una persona, ya sea que la haya vendido o que aún la tenga en su poder, será condenado a muerte”. Nada menos. Y entre nosotros, ya en pleno siglo XXI, en el planteamiento de una paz que se busca en el vacío porque la subversión, con uno u otro pretexto, la esquiva de continuo, se pretende abrir una tronera moral a un crimen abominable. Y se llega al colmo de presentar, como normal, el intercambio de soldados y policías confinados en “campos de concentración” de las Farc, por delincuentes condenados por la justicia legítima que purgan penas en las cárceles del país. NO. Mil veces NO. La única fórmula aceptable es la liberación de todos los secuestrados. Y, entonces sí, se puede empezar a hablar de un proceso de pacificación, serio y confiable. Entre tanto, ya es conveniente plantear, con absoluta claridad, que no hay forma de negociar un canje. *Ex congresista, ex embajador, Miembro de las Academias de Historia de Cartagena, y Bogotá, Miembro de la Academia colombiana de la lengua. academiadlhcartagena@hotmail.com

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