Ya parece despejado el panorama electoral. Habrá dos finalistas en la carrera presidencial, con importante caudal de votos cada uno, que les permitirán llegar a la segunda vuelta: Juan Manuel Santos y Antanas Mockus. Están rezagados los otros aspirantes, así puedan exhibir –todos-, hojas de vida excelentes al servicio de la Patria. Quienes le apostamos a Santos tuvimos en cuenta no sólo sus capacidades académicas, sino los resultados magníficos frente a los tres ministerios que desempeñó durante la última década: los de Comercio Exterior, Hacienda y Defensa Nacional. Además, su programa de gobierno, expuesto durante la presente campaña, lo define como un estadista que sabe cómo y hacia dónde debe conducir a su país de cara a las exigencias de la coyuntura mundial y frente a otros riesgos que, dentro del contexto de las relaciones de vecindad, puedan surgir, si éstas no se manejan con talento y sentido profundo de responsabilidad. No queremos decir con ello que encontremos falencias en otros candidatos sobre la actitud que asumirían si se presentare un escenario peligroso, como el que podría surgir por acción, especialmente, del vecino pendenciero y deschavetado que tenemos. No. Abrigamos la certeza de que ninguno de nuestros candidatos sería inferior a las circunstancia, de llegar al poder, pero entre todos, Juan Manuel Santos es quien puede mostrar una mejor hoja de experiencias en el manejo de situaciones calamitosas imaginables y de altos riesgos como las que podrían sobrevenirle a nuestro país. Sea la oportunidad para comentar la especie que ha querido airearse por espíritus timoratos en la presente campaña presidencial, en cuanto a preferir otras opciones de gobierno que garantizarían el restablecimiento de las relaciones comerciales con Venezuela, dados los graves perjuicios económicos que está sufriendo nuestro país por razón, precisamente, de la ruptura unilateral de esas relaciones por parte del presidente venezolano, quien, para más señas, lanzó el torpedo indecente del chantaje al amenazar con cobrarle caro a Colombia la eventual decisión de su pueblo de elegir a Juan Manuel Santos como Presidente de la República. Ante semejante actitud de constreñimiento grosero, la reacción de un pueblo digno es hacer respetar su soberanía y nunca comportarse con abyección, como es de ocurrencia en aquellos que han sido sometidos a la voluntad de los tiranos. ¡Ay del momento en que el sátrapa de al lado pueda decir que el sentido del honor patrio de los colombianos se ha atrofiado y que la cobardía es el flanco débil de su dirigencia política y empresarial, la cual, ante su primer rugido, habría optado por meterse el rabo entre las piernas! Confiemos en que el instinto democrático de nuestro país y su sentido de patria prevalezcan por encima del espíritu de los timoratos. Muchas veces, habrá que recordarlo, las batallas se han perdido más por las estupideces de sus generales que por la falta de valor de los soldados. Habrá que votar, entonces, el próximo 30 de mayo, con independencia plena; con la dignidad como escudo, y jamás como colombianos asustados. *Ex congresista, ex ministro, ex embajador. edmundolopezg@hotmail.com
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