Columna


Yo no sé dónde se esconde

ROBERTO BURGOS CANTOR

22 de septiembre de 2018 12:00 AM

Aprendí pocas notas en el cuaderno de música con el cual mi maestra, Rosita Jiménez, me enseñaba el solfeo, sus sonidos solitarios. Tomaba las clases a una hora imposible: 1 p.m., cuando la única oferta de la vida es la siesta.

En el salón amplio de ventanales que llegaban al piso y el portón de rejas que daban al patio sumido en la sombra verde de mangos y almendros de mar, y el silencio de los pájaros y los fogones, estaba el piano. De una habitación se filtraba el surtidor de suspiros que acompaña la siesta.

La maestra llevaba un cabello de hebras negras, brillantes y largas, recortado con esmero que caía sobre su frente y le tocaba la espalda. Tenía algo indefinible en sus ojos, como abiertos a un secreto que no compartía y unas manos que parecían agarrar los sonidos de las teclas y del violín. Esa figura la vi años después en Jean Moreau.

Pienso en ella cuando suelto al albedrío de los años mantengo apegos por ciertas sonatas, por algunas sinfonías, por rapsodias y elegías. Es la pureza del placer sin recuerdos que muestra cuántas zonas se mantienen sin habitantes y se abren a los senderos de Nono, Ligueti, Jarret, Garberek.

Pero atravesar las callejas desde los conciertos del maestro Jiri Pitro, hasta las retretas del parque y caminar en medio de la sombra del crepúsculo por el mercado público nocturno de entonces, era una experiencia totalizadora.

Las lanchas y los camiones de carpa traían, entre la carga de huacales, sacos, frutas, tubérculos, a los músicos que iban de ferias y corralejas, de bautizos y procesiones, a ofrecer sus cantos. Así iban creando toda una red de hechos, festejos y duelos, que daban cuenta de la historia de las poblaciones.

Quienes oyen todavía las músicas de los juglares, encuentran un inventario de sucesos, una relación de las estaciones, un censo de personajes, descripciones de territorios, que trazan el croquis de un mundo.

Entre los juglares llama la atención, por su recogimiento y la forma en que sus temas se relacionan con los misterios del mundo, Juancho Polo Valencia. Al músico de Pivijay le escuché la voz, y reconozco su cara, en la tapa de los discos.

Causa dudas preguntarse si es un cultismo decir que su inspiración es algo parecido al surrealismo en la poesía. No es para menos cantar: Lucero espiritual tu eres más alto que el hombre. Donde quiera que uno muera todas las tierras son benditas. En este mundo historial. Uno se pregunta, si Heideger se baila en La gardenia azul.
 


 

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS