Columna


Vuelve y juega

RAFAEL VERGARA NAVARRO

04 de noviembre de 2017 12:00 AM

La renuncia de Manolo se recordará como el fin de otro mandato efímero que agredió la democracia y la credibilidad ciudadana.

Como en el caso de Campo Elías Teherán, finalizó su gestión con líos judiciales e ingobernabilidad congénita, expresión de la inmadurez política auspiciada por los promotores del fallido modelo, tras bambalinas o de frente.

Periodistas deportivos de audiencia masiva, a pulso ganaron popularidad y la confianza de los más necesitados, usando el eficaz noticiero de RCN -uno más que el otro- tramitando reclamos sociales y soluciones puntuales.

Sentimiento y voz de las necesidades de los excluidos y la gente de la base de la pirámide, el impacto social del compromiso desató su ambición de ser alcalde y con ello la necesidad de recursos y votos para derrotar al otro. Se transformaron en ficha del ajedrez que domina la clase política.

Ante la viabilidad ganadora, los adularon, vistieron de marca, pasearon y mediatizaron. Unidos los jefes de las empresas electorales y un sector empresarial invirtieron dineros, expertos en marketing, programas de gobierno, discursos, luego pasaron la cuenta.

Con su corte y altas votaciones se volvieron “gobernantes”, pero entregaron su relativa independencia. El voto de los oyentes y su rebeldía sin ideología terminó enredada en la telaraña clientelista que, ganada la elección con su inversión, recursos y votos, se quedaron con el alcalde y la administración.

El costo financiero de la “victoria”, de todos es sabido, violó los topes y límites pensables, llegaron otros dineros non sanctos –deudas por pagar- nunca registrados como gastos de campaña. Ambos hipotecaron la alcaldía y la parcelaron: senadores, representantes, concejales, líderes comunales, cada sector con su secretaría, espacio de poder, cuota.

Ante la inexperiencia en gobernar ni idea del complejo ejercicio de una dignidad que requiere conocimiento, manejar relaciones institucionales de todo tipo, los asesores y controladores de cada sector político, “gobernaron” a placer.

La renuncia de Manolo es otro fracaso del clientelismo populista, una nueva frustración del modelo inviable: líderes sin formación política ni administrativa como alcaldes o gobernadores. 

Más allá del 90% de inversión en órdenes de servicio, la penalización por querer controlar la Contraloría o la usurpación de JJ, el alcalde del área hoy en la sombra, rescató de la renuncia de Manolo un sentimiento ético al expresar la paradoja de no querer “generarle un trastorno de gobernabilidad a Cartagena, ciudad que tanto quiero”.

En la elección atípica incidirá el candente clima político electoral y, cuando más requerimos unidad, polarizará la confrontación entre el sí y el no. Hablan de muchos candidatos, pero sin segunda vuelta se reducirán, y no podemos equivocarnos. La responsabilidad será del elector y del elegido y, sobre todo, de la Fiscalía y los órganos de control porque no nos sirve otra elección donde sea el dinero y los delitos contra el sufragio los que elijan.

La renuncia de Manolo es otro fracaso del clientelismo populista, una nueva frustración del modelo inviable: líderes sin formación política ni administrativa como alcaldes o gobernadores.  

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