Columna


Una nueva mirada…;

SARA MARCELA BOZZI ANDERSON

27 de enero de 2015 12:15 AM

El papa Francisco llegó al Vaticano para cambiar el mundo. Su influencia es tan enorme, que su voz es escuchada por dictadores, políticos, actores y deportistas. Su intervención en el “encuentro” dulce y pacífico entre Cuba y Estados Unidos de América, demuestra su interés por construir la paz y la reconciliación en el mundo.

Pero ante los acontecimientos luctuosos de París, donde mataron a valiosos caricaturistas que criticaban con pasión a los corruptos del mundo, el papa fue mal visto porque pidió más comprensión de la cultura islámica. Occidente parece no entender que deben respetarse todas las religiones, y debe comprender que la libertad de expresión no es para atacar a todo el mundo.

Lo que requiere la cultura musulmana es más escuelas, libros, alimentos, y menos bombas y acusaciones. El Papa usó muy bien la metáfora: si usted insulta a mi madre, yo tengo derecho a darle un puñetazo.

Pero los periodistas modernos deben cambiar su actitud ante todas las culturas y religiones del mundo. Nos lo dice el papa Francisco cuando la intolerancia ganó la calle.

Para los periodistas modernos la libertad de prensa es la bandera para atacar y decir lo que quieran, sin comprender que hay dioses distintos en la Tierra y que cada uno de ellos inspira a grandes multitudes.

El odio sembrado por algunos periodistas es patético: no consideran e mal de sus palabras, solo les interesa la “originalidad” o el éxito de sus caricaturas y comentarios picantes.

Todos sabemos que los inmigrantes en Estados Unidos, Francia o España, no son recibidos en los colegios de calidad, ni en los clubes, ni en los buenos empleos. Y su búsqueda de prosperidad exige grandes sacrificios.

No justifico la muerte de los periodistas anarquistas en París. Su asesinato me conmovió. Pero evitemos los fanatismos de izquierda o de derecha, los fundamentalismos, vengan de donde vengan. La censura no es la solución, pero sí el análisis de los sufrimientos de los otros, de los que tienen pocas salidas.

Que el papa no se haga el sordo con tantos conflictos es ejemplo de humildad, de amor y de trabajo como pastor de la palabra divina. Y cada día nos sorprende con su responsabilidad al servicio de los hombres de buena voluntad.

El Papa Francisco transformará el mundo católico. Pero gratifica saber que su papel es cambiar el mundo. Quizá él el pastor con mayor capacidad de convocatoria en los cinco continentes. Su nombre nos recuerda la oración: Señor, haz de mí un instrumento de tu amor; que donde haya guerra, siembre yo paz, que donde haya odio, siembre yo amor.

*Directora Unicarta

saramarcelabozzi@hotmail.com

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