Columna


Una épica y un mundo nuevos

DANILO CONTRERAS GUZMÁN

17 de julio de 2018 12:00 AM

Escribo minutos antes de la inusual final del mundial de Rusia, ocurrencia poco original pues el fútbol estos días es un tópico entre legos y especialistas, así que estas letras carecen de ambición. Pero no pude eludir esta tentación, como es natural.

El mundo y sus peregrinos pobladores parecen siempre sometidos a los poderosos y a sus gestas persistentes. El fútbol no es una excepción y ratifica la prevalencia de los opulentos. Nadie discutirá que en los preludios de la competencia, Alemania, Brasil, Argentina e incluso Francia, dominaban las apuestas. Pero el destino puede ser sorprendente y raro.

La inusitada final contraviene las predicciones y da testimonio de un mundo y una épica nuevos. Los oncenos enfrentados representan, para mí, la persistencia de la noción del Estado-nación y el triunfo del pluralismo y la diversidad. Croacia, quizás, encarna mi primera especulación y la Francia de la inmigración la segunda.

Los autores, entre ellos el viejo Zygmunt Bauman (fallecido), suelen decir que el mercado global convirtió en un anacronismo el poder nacional y que un gobierno mundial se abría paso. Hay demasiadas evidencias económicas y políticas que ratifican su tesis, pero es llamativo que los elementos que distinguen a los estados nacionales conserven tanta fuerza en un mundo globalizado. Croacia es una nación reciente que ganó en la guerra y el dolor su independencia. Su sorprendente equipo es la culminación del orgullo y autoafirmación que reposan en la configuración de una nación. Es una tendencia deseable, siempre que no haya naciones que, pretendiéndose mejores, emprendan los caminos de dominar y someter.

Francia, fiel a sus antecedentes libertarios, es hoy el crisol de la inmigración que marca la modernidad. Su equipo, en el que prevalecen jugadores de origen africano, de ascendientes árabes y blancos, es una demostración que no requiere argumentos. Y es el triunfo del principio de igualdad sin distingo de razas o credos que yace en la base de toda democracia. “Liberté, égalité, fraternité”, grita sin decirlo el equipo francés aferrado a su gran revolución, aún por consumarse en nuestras tierras feudales.

Borges afirmaba que el “Western” de Hollywood salvó la épica para las generaciones presentes. El coraje, el jinete y la llanura solitaria estaban allí. Todas las literaturas empiezan por la épica, por elogiar las hazañas humanas, decía. El hombre necesita de lo épico, como del amor o la felicidad o la desventura (solo para cantar las penas). Pues bien, arriesgo que el fútbol salvó la épica en estos tiempos descarnados que parecen carecer de ideales y que tienen entre sus próceres a un tal Trump. 

Basta ya, va a iniciarse la partida. Que gane el mejor.
 

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