Columna


Una clase en extinción

CRISTO GARCÍA TAPIA

15 de noviembre de 2018 12:04 AM

Me refiero a la clase media, si es que este grupo humano, algodón entre dos vidrios la llamó en un ensayo un sociólogo argentino, puede encajar en el contexto económico, social, político e ideológico, en el que los teóricos sociales y la historia registran, definen y sitúan burguesía y proletariado, clases sociales claramente identificadas, aunque disimiles en sus intereses, en el presente estadio del desarrollo de la sociedad humana.

Ni arriba ni abajo, y siempre sometida a la amenaza real y emocional de caer en la de abajo, proletariado, y a la imposibilidad de escalar un lugar en la de arriba, en la burguesía, agoniza emocional y perece materialmente la clase media.

Imitando, eso sí, actitudes, gestos, pensamientos, habla, hábitos, modales, y cuanto artilugio le sea propicio para sublimar las condiciones materiales y económicas de la clase a la cual aspira a pertenecer y tiene de referente, pero de la que cada día se aleja más y apenas si alcanza el lugar de súbdito mental.

En ese orden, y conforme llegan siniestros los primeros 100 días de Duque y con ellos el anticipado entierro, que no los funerales, de la clase media colombiana, es de colegir y ratificar que cuanto se propagó de su crecimiento, expansión y fortaleza resultó, qué raro, falso de toda falsedad, y sí certero el campanazo de la agonía que precede a la muerte; a su final.

Y por supuesto que no va a descansar en paz como supone, o predica la fe que profesa, que es el estado eterno de los muertos. No, en esta, en la eterna o en cualquiera otra vida, a la clase media colombiana la va a perseguir el tormento emocional de no haber sido ni alta ni baja; el trinche ardiente de los tributos, impuestos, gravámenes, con los que, la Ley de Financiamiento de Duque, indulta a los ricos, grandes empresas, capitales blanqueados, rentas ociosas, y traslada sin contemplación a la resignada clase media.

Y si tal le fue prometido en campaña, no vaya a creer nuestra esmirriada clase media que el día del juicio final resucitará convertida en alta, empresarial, blanqueadora y, por tal, exonerada de los tributos, impuestos, gravámenes, que en la vida inmediatamente anterior la llevaron a la horrenda, inerrable muerte en la cruz de las exacciones de su presidente.

Nada de eso, el IVA a su canasta familiar, aunque merquen en los exclusivos supermercados de los ricos o en los chircales, se hospeden por cuotas en la costa azul de San Andrés y Coveñas, se asomen por Melgar y Tocancipá, los seguirá hasta el venidero juicio final cuando vuelva a ratificarse su condena.

Y siempre será “razonable”, y cada vez en mayor cantidad, cuanto hagan con ella, con la clase media, para contraprestar y eximirles a sus verdugos lo que les corresponde y dejan de pagar, sus rentas exentas y la evasión consentida.

“...el trinche ardiente de los tributos, impuestos, gravámenes, con los que, la Ley de Financiamiento de Duque, indulta a los ricos (...)”
 

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