Columna


Un Zeuz para el MAMC

GLENDA VERGARA ESTARITA

09 de mayo de 2018 12:00 AM

Las musas se asocian al origen de los museos y es de ellas que procede su nombre. Algunos de estos recintos relacionados con el arte, el conocimiento, la ciencia, y la creación, virtudes que se atribuyen a esas divinidades femeninas, hijas de Zeus y la diosa Mnemosine, fueron más afortunados en la remota invención de la mitología griega que en la realidad de hoy, cuando se les condena a la amenaza de una obligada desaparición.

Tal es el caso del Museo de Arte Moderno de Cartagena (MAMC), dirigido desde hace 42 años por una mujer que acompañó con entusiasmo en su fundación a los maestros Enrique Grau y Alejandro Obregón. En ella, Yolanda Pupo de Mogollón, encontraron los valores humanos para sacar adelante una obra en gestación. Ella no sólo lo hizo, sino que el Museo creció y sobrevivió a ellos mismos a pesar de que en una ciudad declarada Patrimonio de la Humanidad por la importancia de su historia y la conservación de sus bienes, que cada tanto celebra eventos que mueven cifras astronómicas aportadas por el sector privado y el público y que, con frecuencia desvergonzada, desvía recursos de su erario y los invierte en fallidas obras multimillonarias, no apoye un espacio que alimenta de cultura a un público foráneo y local, que ya aprendió a disfrutar del arte contemporáneo y a participar de la dinámica que le imprimió doña Yolanda Pupo de Mogollón; gracias a esto el público ha conocido la obra de artistas noveles en sus exposiciones individuales y colectivas, junto a la permanente presencia visual del maestro cartagenero Grau, con su propia sala, y la colección valiosa de arte latinoamericano donada por la OEA en 1950.

Si el museo no obtiene recursos para sobrevivir y cierra sus puertas, Cartagena y sus ciudadanos perderán también un sitio de conferencias y proyecciones audiovisuales, conversatorios y talleres. Su directora afirma que ya se acostumbraron a vivir en crisis, pero ella con las uñas ha luchado por la supervivencia y que si volviera al pasado asumiría esa misión con la misma devoción. Esta admirable mujer, ya con la edad del descanso, merece un reconocimiento, un aplauso colectivo por defender un museo que maravilla porque siempre luce remozado, porque sin remuneración alguna dedicó la mitad de su vida a brindarnos un lugar para expresar la creatividad y que la cultura se hermane con el pueblo. El Museo de Arte Moderno necesita un Zeus que le asegure a sus nueve musas un templo imperecedero y descienda del Olimpo para darle una mano a doña Yolanda en su anhelo de obtener apoyo gubernamental y privado permanente. Para esta gestora incansable, ese sería una recompensa, uno de los tantos homenajes que Cartagena le está debiendo.

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