Para algunos de ustedes lo que escribo puede ser una herejía. Les presento mis más sinceras excusas. Mis ídolos no son intangibles, de los limbos ni de otros mundos. La lista de mis ídolos puede parecer absurda e incongruente. Muchos cambiaron con los años, no son lo que eran cuando empezaron a ser mis ídolos, sin embargo, siguen en la lista. En todo caso, por ser de carne y hueso es que han llegado a la lista y no saldrán de ella. La verdad es que son mis ídolos por lo que son y no por lo que yo quisiera o creyera que fueran. Puede cuestionarse mi actitud, lo entiendo, pero, nunca he tenido ídolos de barro ni becerros de oro.
Mis primeros ídolos fueron algunos familiares. Algún día en extenso les hablaré de los demás. Hoy quiero referirme a uno de esos ídolos que cambió la historia de la humanidad sin recibir a cambio mayor reconocimiento que su efímera fama. Roger Waters nació un día como hoy hace 74 años. Muy seguramente Haroldo Estrada, en su excelente Jurassic Rock, haría una mejor reseña de él: fundador de Pink Floyd; escribió decenas de canciones, creó “el lado oscuro de la luna” e inventó el mítico “cerdo volador”. Pero, su obra cumbre fue “Otro ladrillo en la pared” incluida en el álbum “El muro”. Tres partes distintas y una sola obra maestra verdadera publicada hace más de 35 años. En la primera parte cada ladrillo representaba un doloroso y sufrido trauma que le obligó a construir un muro infame para aislarse, protegerse y escapar de la realidad. Claro, el ladrillo principal fue la cruenta desaparición de su padre. La segunda parte tiene como telón de fondo los sonidos de una escuela y los regaños de los maestros y es una cruda protesta a las rígidas reglas escolares. El coro “no necesitamos ninguna educación” cuestiona a esos docentes empecinados más en imponer una férrea disciplina que en formar al estudiante. Aquí los ladrillos son los profesores que generan el aislamiento estudiantil. La canción fue la bandera de protesta de estudiantes negros en Sudáfrica y de los opositores a la dictadura militar argentina. La tercera parte fue un éxito arrollador y en ella Pink decide encerrarse dentro del “muro”, aislarse del mundo. Puro rock pesado y en ella queda claro que todos, cada ser humano, no somos más que un producto del muro y “solo ladrillos en el muro”. Siempre creí que algo de la caída del muro de Berlín y del final de la guerra fría se lo debemos a él y a esa canción.
Por estos días quisiera que en mi lista de ídolos hubiera, al menos, uno solo de nuestros políticos. Desearía tener razones para adorarlos por toda la eternidad. Lamentablemente, lo digo con gran dolor y decepción, la mayoría no son más que un ladrillo en la pared de la corrupción que nos aplasta y nos aísla. Esperaría que ese muro que rodea y asfixia a Cartagena cayera para siempre a manos de un valiente ídolo inexistente.
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