Columna


TÍPICAS ATÍPICAS

ARMANDO MERCADO VEGA

04 de mayo de 2018 12:00 AM

El domingo los cartageneros tendremos la oportunidad de elegir alcalde, en unas votaciones donde seguramente participará, a lo sumo, el 35% del censo electoral. Quien resulte electo será el décimo alcalde de la ciudad en 10 años -entre electos, encargados y designados- y pondrá fin a 282 días casi ininterrumpidos del encargo de Sergio Londoño.

Los ocho candidatos representan distintas tendencias. De la derecha al centro están Antonio Quinto Guerra, por el Partido Conservador; César Anaya, por Opción Ciudadana; y Javier Bustillo, por Somos Región Colombia. En un indefinido centro está Andrés Betancourt por la Alianza Social Independiente, y girando a la izquierda están Jorge Quintana, de Todos Somos Colombia; Armando Córdoba, por la Alianza Verde; David Múnera, por el Polo Democrático Alternativo; y Lía Margarita Muñoz, por la Unión Patriótica.

Si bien el debate presidencial está marcado por la división ideológica entre derecha e izquierda, en nuestras elecciones locales estas diferencias no constituyen el eje del debate. Lástima que lo que prima entre los candidatos más opcionados (Quinto y Betancourt) son sus posibles cuestionamientos y alianzas con elites tradicionales. Por ello, el debate en Cartagena no es tanto ideológico sino ético. 

Pongamos el caso de Quinto Guerra. Si es electo, la ciudad se expone de nuevo a la interinidad, puesto que la Procuraduría General podría suspenderlo con base en las evidencias que posee. Si esto ocurre, el Presidente tendría que escoger un nuevo alcalde de la terna que envíe el Partido Conservador, o en su defecto, si los tiempos no dan, designar otro alcalde encargado. Lo más probable es que nos cojan las elecciones de octubre de 2019 con alcalde encargado.

De los candidatos con menos opciones, pese a tener algunos de ellos experiencia, no estar cuestionados y contar con buenas propuestas, el voto de opinión que representan no podrá competir con las redes de clientela. Obtener una votación importante sería el primer paso para consolidar con esfuerzo, planeación y alianzas programáticas, una nueva candidatura para las elecciones de 2019, que encarne el descontento y la indignación de buena parte de la ciudadanía cartagenera.

En conclusión, las del domingo serán unas típicas atípicas. La abstención será altísima, seguramente ganará el candidato más cuestionado y no extrañaría que en los próximos meses lo suspendan. Esperemos que los sectores más progresistas obtengan una votación significativa que los motive a seguir luchando para que en 2019 sean una opción real de poder.

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