La resolana que, desde el alba hasta la media noche, hace invivible el ambiente, insoportable el hábitat, resecos los suelos y pasturas, merma jagüeyes y correntíos por efecto de la radiación solar son, entre tantos, signos rotundos del intenso verano que azota las vastas sabanas de Sucre, Bolívar y Córdoba.
Tanto y tan real, que los meteorólogos ancestrales temen que el veranillo de San Juan y las canículas, que le siguen, hagan alianza siniestra para acabar con lo poco de verde y fértil que queda en aquellas; con ganados, el agua y el pan coger.
Desde luego, menos siniestra esta, pero igualmente devastadora que las que urden políticos, narcos y corruptos, para apropiarse del territorio, las rentas, la administración publica y la institucionalidad en estas jurisdicciones.
El caso es que por acá no llueve hace sus días; todo es verano, duro y calcinante verano. Y aunque junio es mes de lluvias en las zonas tropicales del hemisferio sur, esta vez se empecinó en ser seco, árido y caliente, 40°C bajo sombra, por estos pagos de los departamentos limítrofes de Bolívar, Sucre y Córdoba.
Y en sus respectivas capitales, en las cuales el único sesteadero que tenemos, y aprovechamos de paso sus habitantes para amainar el calor de estos días, son los centros comerciales y grandes superficies, las cuales disponen de sistemas de aire acondicionado para sus clientes, pues nuestras ciudades de la Región Caribe, zona norte de Colombia, son más bien precarias en arboles y vegetación que nos puedan proveer de sombra y breve solaz en el sopor de estos mediodías infernales.
Pero bueno, para eso somos así los de estas tierras: indiferentes, “cógela suave”, “cálmate con la quejadera”; así, para que nos dé clavo el calor porque “se fue la luz”, porque no hay agua en la “pluma”, porque el carro del aseo pasa cuando se acuerda; porque el servicio urbano es la “mototaxi”.
Y así, para que familias enteras se apropien de las rentas públicas, la administración, la luz, el agua, el territorio, los hospitales y sanatorios; mataderos, escuelas, terminales, puertos marítimos y fluviales y burocracia, entre tantas incautaciones de lo público que encaminan a su caudal particular.
A la hora que concluyo esta columna, 1:19 de la tarde, la temperatura ambiente es de 39°; entre la Gobernación de Sucre y la intersección de Las Peñitas, Ocala y Cauca, en Sincelejo, no hay un solo árbol.
Nunca lo ha habido; en ningún tiempo. Ni en invierno ni en verano.
Y en Sincelejo, hace días que no llueve, no ocurren vientos huracanados ni fuertes brisas que den en interrumpir el servicio de energía hasta cuatro veces por día.
Pero la culpa no es de Electricaribe. Es de los arboles, ¡estúpido!
*Poeta
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