En la Cooperación Española participé en una “Incubadora de Ideas en Cultura de Paz”, con enfoque diferencial para entender y aportar las metodologías y saberes aplicadas por las (los) participantes y promover su réplica en la búsqueda de superar o solucionar la multiplicidad de conflictos y violencias que calcinan sueños y vidas en nuestro país.
Escuchando a las mujeres –solo éramos 2 hombres- comprendí que en el Mandela, Mampuján, El Pozón, los Montes de María, los ambientalistas, afros y las víctimas, expresamos una Nación donde la necesidad está generando respuestas inteligentes para combatir y superar la exclusión, el miedo, racismo, intolerancia y pobreza, la depredación de la naturaleza.
Escuchándolas ratifiqué cuánto hemos crecido: hay una irrupción de liderazgos sociales que no se doblegan y son capaces de superar la dolorosa e indignante acumulación de asesinatos sistemáticos y agresiones, especialmente en las zonas de conflicto.
Pero ¿qué hacer para vencer la muerte?
Lo primero que dije es que contra viento y marea tenemos que fortalecer el proceso de paz, requerimos reinventarnos en múltiples ámbitos, desactivar el odio histórico que nos carcome y nubla la razón. Enfrentar la amenaza denunciándola, la respuesta airada e hiriente por todo y nada, el conflicto en todos los ámbitos, la violencia intrafamiliar y callejera, los abusos de la autoridad.
Ante el absolutismo urge recuperar el diálogo y el sentido del justo medio, de la bondad, no la maldad, y sobre todo alimentar la identidad fortaleciendo la capacidad pacificadora de la concertación. En esta transición hay que enfrentar la mentira y la hipocresía, la manipulación que es capaz de festejar y mostrar como triunfo la antidemocrática apuesta de eliminar la elección para la cámara de Representantes en las 16 circunscripciones para las víctimas del conflicto.
¿Cómo incubar una cultura de paz con sectores políticos que se amangualan, agudizan la confrontación y excluyen a quienes requieren representarse en el Parlamento?
Decidió una minoría de senadores que quienes viven en las regiones escogidas y padecieron la guerra, no son pueblo necesitado de soluciones sino miembros de las Farc, y con una maniobra procedimental de traición y trámite, en principio, derrotan lo pactado en La Habana, negándole a la democracia ese justo beneficio.
Para derrotar a Santos y a las Farc no es vital que las regiones tengan voz propia y con acceso a recursos superen exclusión y dolores acumulados. Se les rotula, estigmatiza e invisibiliza.
En Bolívar los afectados son Córdoba, El Carmen de Bolívar, El Guamo, Maríalabaja, San Jacinto, San Juan de Nepomuceno, Zambrano, Arenal, Cantagallo, Morales, San Pablo, Santa Rosa del Sur y Simití.
Ni santista ni de las Farc, propongo dejar atrás la aniquilación del otro y el miedo al cambio; que desde la diferencia y diversidad, la democracia crezca y sigamos incubando una cultura de paz.
Comentarios ()