Serendipia proviene del inglés serendipity. Ambas se derivan del vocablo árabe serendipb, o sarandib, de la historia de Simbad. Otra fábula persa, hace casi 300 años, relataba que tres príncipes Serendip tenían el don de descubrir, accidentalmente, soluciones a sus problemas. Serendipia, según el diccionario, “es hallazgo valioso que se produce de manera accidental o casual”. Sus sinónimos son la buena fortuna, coincidencia, casualidad, la física suerte o la chiripa. Es el descubrimiento de algo de manera fortuita, un accidente afortunado, inesperado, por azar.
Así se descubrieron muchas cosas importantes: el famoso principio de Arquímedes en una bañera; la ley de la gravedad con la accidentada manzana; la penicilina en un hongo en una caja de Petri olvidada en un desordenado laboratorio; los rayos X cuando Wilhelm Röntgen jugaba con un tubo de rayos catódicos; la quimioterapia para el cáncer tras la explosión de gas mostaza en 1943. Serendipia puede darse en ciencia, sociología o en la vida diaria.
Por siglos la ciencia ha tratado de estandarizar, reglamentar y regular la investigación. Una estricta y rígida metodología siempre pareció la mejor descripción del método científico. Sin embargo, los ejemplos arriba anotados han promovido la inquietud de dejar que la casualidad haga parte de la investigación científica, sociológica o de cualquier tipo. La experiencia reafirma que luchar en contra del azar o la suerte puede ser inútil y en el peor de los casos contraproducente. Los accidentes felices o afortunados son tan probables como la investigación ordenada y orientada por objetivos. Hasta ahora la importancia de la casualidad en ciencia, y en la vida, ha sido evidencia anecdótica.
La prestigiosa revista Nature informó esta semana que, increíblemente, el Consejo Europeo de Investigación otorgó al bioquímico y científico social Ohid Yaqub un patrocinio de más de 1,7 millones de dólares para estudiar la serendipia. Yaqub, quien trabaja en la Universidad de Sussex, luego de revisar cientos de ejemplos históricos, estableció los mecanismos por los cuales se produce la serendipia y está descubriendo la frecuencia de la casualidad, su significado y naturaleza. Será una forma inteligente de probar el papel de la serendipia, garantizar su financiación, liberar la ciencia de reglas rígidas, generar conocimientos buscando, promoviendo y aprovechando resultados inesperados y fortuitos.
En nuestra Cartagena, la fantástica, escogemos alcaldes y dirigentes a personas sin preparación, sin experiencia, sin ninguna señal que haga prever que son o serán buenos gobernantes. Y claro, nos equivocamos. Los accidentes fortuitos han sido catastróficos. Esperamos que la investigación de Yaqub nos dé luces para escoger mejor nuestros líderes y que no siga siendo una desafortunada serendipia.
*Profesor Universidad de Cartagena
CARMELO DUEÑAS CASTELL
crdc2001@gmail.com
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