Columna


Ser Dios

CARMELO DUEÑAS CASTELL

16 de abril de 2014 12:02 AM

En 1911 se hizo el mapa genético de una mosca; en 1953, Crick y Watson descubrieron esa danza infinita en doble espiral de nuestro acido desoxirribonucleico (DNA).
El DNA tiene las instrucciones para el desarrollo y funcionamiento de todos los seres vivos, transmite la herencia y almacena información, como un código, para construir células y seres vivos. Los segmentos de DNA que llevan la información son los genes y el material genético completo se denomina genoma y es característico de cada especie. El genoma humano se divide en fragmentos de 23 pares de cromosomas y tiene unos 25.000 genes distintos y millones de bases y proteínas. El genoma de una persona (excepto los gemelos idénticos y los organismos clonados) es único.

En 1988 comenzó HUGO (siglas en ingles de Organización del Genoma Humano) para establecer la secuencia de nuestro DNA y hacer un mapa del genoma humano. En 1990 los organizadores consideraron que serían necesarios 3.000 millones de dólares y un plazo de 15 años para lograr su meta. Sin embargo, un borrador inicial fue anunciado por los presidentes Clinton y Blair en el año 2000 y el proyecto concluyo con éxito el 14 de abril del 2002, 2 años antes de lo planeado. La mayoría del dinero fue aportado por empresas privadas, lo cual genera grandes dudas sobre aspectos éticos y conflictos de interés del manejo futuro de la información genética.
Conocer el genoma humano es fundamental para mejorar el manejo de enfermedades, producir nuevas medicinas, crear órganos para trasplantar, etc. Pero implica unos riesgos evidentes y dilemas éticos y sociales que deben regularse. El problema es que la ciencia va más rápido que la ley y no da tiempo a consideraciones y reflexiones morales.

El 20 de mayo de 2010 el doctor Venter creó la primera célula sintética, un organismo vivo controlado por un DNA artificial.
Recientemente, un grupo de investigadores, liderado por el doctor Boeke, generaron la primera copia artificial de un cromosoma de levadura. La levadura se emplea, entre otras cosas, para producir cerveza. A la copia sintética le eliminaron una gran cantidad de DNA que no era esencial. Los investigadores demostraron que las células con el cromosoma artificial se comportan de manera casi idéntica a las células de levadura “natural”, solo que tienen nuevas capacidades y pueden hacer cosas que la natural nunca podría. Financiar este proyecto fue un esfuerzo entre la Fundación Nacional de Ciencias, los Institutos Nacionales de Salud y Microsoft. El futuro es tan incierto como impredecible pero la realidad superó ya a la ficción más elaborada. La ciencia logró imposibles y llegará a utopías jamás pensadas antes de lo que creemos, bajo los efluvios de su soberbia.
*Profesor Universidad de Cartagena

crdc2001@gmail.com

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS