Columna


San Valentín

CARMELO DUEÑAS CASTELL

14 de febrero de 2018 12:00 AM

Hace milenios se realizaban festejos a los dioses del amor, Eros para los griegos y Cupido para los romanos. Les daban ofrendas y les pedían favores. La Lupercalia era una festividad, celebrada por siglos, entre el 13 y el 15 de febrero. Era algo así como nuestros carnavales modernos. 

La leyenda afirma que, en el siglo III, el emperador Claudio II prohibió el matrimonio de los jóvenes al afirmar que los solteros eran mejores soldados y que los casados no eran eficientes en el campo de batalla. Valentín era un sacerdote en Roma quien, contravenía la injusta decisión imperial y, en secreto, celebraba matrimonios de jóvenes enamorados. Semejante desobediencia debía ser castigada. El ejército persuadió al emperador para encarcelar a Valentín. El oficial encargado de la cárcel, Asterius, quiso poner a prueba el poder de Valentín y lo reto a que le devolviese la vista a su hija, Julia, quien había nacido ciega. Valentín le devolvió la vista a la niña y Asterius y toda su familia se convirtieron al cristianismo. A pesar de ello el emperador ordenó el martirio de Valentín. La ejecución tuvo lugar el 14 de febrero del 270. Dicen que, antes de la ejecución, Valentín escribió una carta de despedida a Julia firmada como “su Valentín”. Julia plantó un almendro de flores rosadas junto a la tumba del mártir. Desde entonces el almendro es el árbol del amor. Más de 200 años después de la muerte de Valentín, el Papa Galesius reemplazo la Lupercalia por la celebración de San Valentín, el 14 de febrero.

En un mundo tan agresivo, elemental y prosaico no había ambiente para expresar los sentimientos más nobles y románticos. Sin embargo, en la literatura hay muchos ejemplos del San Valentín. Los tres primeros, hace más de 600 años: para celebrar el matrimonio de Ricardo II, un poema decía que "…esto fue en el día de San Valentín, cuando cada pájaro viene allí para elegir a su compañero"; en una carta del Duque de Orleáns, escrita a su esposa mientras estaba preso en la Torre de Londres, sus dos primeras frases lo dicen todo: “ya estoy enfermo de amor, mi dulce Valentín”; una frase similar dirigió Ophelia a Hamlet.

En el siglo XIX se comenzaron a vender las primeras tarjetas de San Valentin en Estados Unidos, con corazones y cupidos. Más de 200 millones de tarjetas y flores enviadas convierten este día en una fiesta nacional. En 2015, en Inglaterra, se gastaron millones de libras en tarjetas y flores.

Como aquí copiamos todo lo que viene del país del norte, yo quisiera que, como regalo de San Valentín, nuestros geniales candidatos nos dieran una idea original, un programa concreto, una actitud positiva que demuestre que son capaces de algo más que ofender, criticar, destruir o generar campañas sucias que han convertido al pobre pajarito azul en gallinazo mensajero de oprobios y bajezas y a nosotros en inútiles cajas de resonancia.

Profesor Universidad de Cartagena

crdc2001@gmail.com

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