Columna


¿Qué pasa con nuestros intelectuales?

NICOLÁS PAREJA BERMÚDEZ

08 de diciembre de 2016 12:00 AM

Me sorprende leer, de algunos columnistas en la gran prensa nacional y en revistas como Semana, los mismos argumentos de hace una década para interpretar el porqué de destacados acontecimientos globales recientes, tales como el Brexit, la elección de Trump y el No al plebiscito de Santos.

Sorprende que las explicaciones de los intelectuales señalen que esos resultados electorales se deben a las mismas causas que podían explicar las tendencias del mundo hace más de dos lustros. Y es grave que esos analistas y columnistas permanezcan anclados en las viejas explicaciones, porque no ayudan a formar una opinión clara a los destinatarios de sus análisis.

Las razones que exponen para explicar estos desconcertantes fenómenos, por ejemplo, la religión, la ignorancia, la intolerancia, el sectarismo, el miedo, el oscurantismo, el populismo, el racismo y otros “ismos”, son insuficientes para entender lo que pasa ahora. No parecen percatarse que no fueron sólo los blancos racistas, pobres o proletarios los que eligieron a Trump; y no sólo los campesinos ingleses y los de las clases media y trabajadora de las pequeñas ciudades los que votaron a favor del Brexit; o en Colombia, no sólo los seguidores de Uribe, Ordóñez, cristianos y conservadores. Hay como una negativa a analizar en una dimensión más exacta y completa. Como los avestruces frente al fuego inminente.

Aun cuando siempre pudo haber esa sensación de sentirse engañado, nunca como ahora las masas tienen los medios para comunicarse y expresarse, los cuales antes no estaban disponibles. Me refiero, como otros ya lo han hecho ver, a las nuevas tecnologías, que interconectan a los sin voz, dándoles enorme poder e independencia frente a las élites tradicionales y a los políticos que se sirven sin empacho de la cosa pública.

La gente ya no necesita de los partidos y movimientos políticos caducos, por falsos y abusivos, ni de la gran prensa y demás medios tradicionales, para expresar sus frustraciones, quejas y opiniones o para controvertir ideas en muchedumbre; para ello están las redes, en las que no hay censores ni corren riesgos de perecer ante la persecución de los gánsters que se ponen al servicio del poder asqueroso.

Estamos en un escenario desconocido para los políticos y quienes de ellos se alimentan. Ya nada volverá a ser igual. La democracia no existe tal y como nos la vendieron los académicos. Nació un nuevo orden. Pero los intelectuales que nos explican los acontecimientos, desde la ya no tan fría Bogotá, parecen no presentirlo.

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