Columna


Qué nos falta para crecer

MIGUEL YANCES PEÑA

27 de agosto de 2018 12:00 AM

El empresarismo, ese “don” que poseen algunos individuos, no es nada fácil de realizar en la práctica. No solo por las trabas y los costos que le impone la burocracia, sino por los riesgos que encierra: la competencia; la idoneidad, el compromiso y honestidad de los empleados; y los costos materiales y laborales, entre otros. Todo juega en contra; y encima, el éxito (obtener utilidades) lo castiga el Estado con gravámenes, que se consideran altos si se le compara con otros países.

Lo usual es que las nuevas empresas surjan como apéndice de otras que dedican parte de sus utilidades a diversificación, o expansión de mercados. Arrancar de cero con recursos propios, a menos que la inversión sea pequeña comparada con el capital que se posea, o que el riesgo sea cero, es una locura. Nadie lo hace. El emprendedor pragmático se apalanca con crédito bancario, capital de riesgo, inversionistas, o cualquier otra que se ideen. El Estado no debería poner trabas, ni a las nuevas iniciativas empresariales (en estas épocas la innovación es lo que prima), ni a las novedosas formas de financiar emprendimientos. Nunca se debe olvidar, ni por parte del Estado, ni del innovador que suele sentirse amarrado entre la maraña de leyes y normas existentes, el axioma derivado del principio de libertad que establece que: “Al ciudadano le está permitido todo lo que no le esté prohibido por Ley”. Y esta siempre va a estar a la zaga, pero no debería ser para sancionar, sino para formalizar las innovaciones. Los grandes capitales logran acomodar las leyes a su antojo, pero a los pequeños les es imposible.

Hay en el mundo espacios virtuales en los que se contactan demandantes y oferentes de capital en condiciones más ventajosas para ambos (captación y colocación), que las que pueden ofrecer los bancos. Colombia está en mora de establecer leyes que permitan este prometedor medio de financiación, y disparar el emprendimiento.

Por otro lado, la globalización es un hecho indiscutible e imparable. No depende de la voluntad. Los adelantos tecnológicos en medios de producción, telecomunicaciones, medios de transporte, entre otras, hacen imposible, e inadecuado, cerrar fronteras al comercio, la migración y el flujo de capitales. Entre otras razones porque la producción masiva de bienes materiales de toda índole los abarata y los hace accesible a sectores de la población que antes no podían adquirirlos.

Las transnacionales se compiten el consumo mundial, y los países compiten entre sí generando atractivos para que se radiquen en su territorio, creen empleo, y paguen impuestos. Los principales: seguridad física, política y jurídica; bajas tasas impositivas; capital humano idóneo y de bajo costo; infraestructura económica apta y de bajo costo (vías, puertos aéreos y marítimos, energía eléctrica, telecomunicaciones, gas, agua); y entre otras más, las ventajas naturales y la cercanía a los centros de consumo. ¿Qué nos falta?

movilyances@gmail.com

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