Columna


Qué gran visita

JUDITH DÍAZ

05 de septiembre de 2017 12:00 AM

Una vez más Cartagena se destaca a nivel nacional y latinoamericano por ser escogida para recibir personajes de renombre internacional y en esta oportunidad, uno de gran dignidad para el mundo católico especialmente y en general para aquellos que, sin ser de esa iglesia, le profesan admiración por la trayectoria pastoral, objetividad de su proceder y sentido de solidaridad con los más necesitados. Hasta los no católicos lo sienten cercano.

Todos estamos atentos a que se pronuncie acerca de los problemas del país y de Cartagena especialmente. En la calle, en la oficina, en el café no se habla sino de su visita y de la necesidad de que nos diga algo que nos estremezca. Es más que oportuno el momento escogido para su llegada a Colombia. Hay mucha expectativa con su presencia, con lo que va a decir, con lo que va a dejar. Pero, ¿qué de nuevo podría hablar el papa sobre el buen comportamiento humano que no se haya escrito hace más de dos mil años? Por eso su visita es ¡exclusivamente pastoral!

Basándose en la Palabra, viene a animarnos para que entendamos la responsabilidad que tenemos de cuidar la casa común, a bajarle a la manera exagerada de consumir porque degrada el medio ambiente, a ponerle un alto a la carrera desesperada de tener y acumular dinero y poder a costa de lo que sea, situaciones que conllevan a una compleja crisis socioambiental como la que estamos viviendo.

Viene a invitarnos para que luego de tantos años de angustia, demos el primer paso hacia la recuperación del amor, de la esperanza y de la fe. Recuperar el amor y el respeto por el otro aunque sea diferente; por lo público porque es lo diseñado para darle bienestar a todos en salud, educación, servicios, empleo, etc.; y por la familia como generadora de vida.

A recuperar la esperanza vista como nuestro aporte a la búsqueda de una sana convivencia; a la necesidad de hacer un pare ante esta situación caótica y desproporcionada que se vive en estos momentos y examinar qué tanta responsabilidad tuvimos tú y yo para que llegara a ese estado.

A recuperar la fe en Dios como el único camino de salvación. Dejar de ser cristianos tibios y de liderazgo apagado, temerosos de perder nuestro acomodo y comprometernos con estar vigilantes y las lámparas llenas porque no sabemos cuándo llega el momento. 

Recientemente dijo: “La paz no se puede comprar. No se vende. Es un don que hemos de buscar con paciencia y construir artesanalmente mediante pequeños y grandes gestos en nuestra vida cotidiana”.

Por todo lo anterior y siendo una visita pastoral, solo nos resta abrir nuestros corazones y rediseñar nuestro caminar para dar los pasos correctos que nos permita desprendernos del egoísmo, las injusticias, las mentiras, el odio, la ambición y todo lo demás que daña nuestra convivencia.

*Concejal

COLUMNA DEL CONCEJO

protocoloconcejodecartagena@gmail.com

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