Existe una serie de indicadores sociales y económicos mostrando que el mundo ha mejorado en el último siglo. Por ejemplo, la esperanza de vida es mayor, el analfabetismo es bajo, la clase media es mayor y la pobreza es menor. A pesar de eso, existe una percepción de que estamos en peores condiciones, lo que se ha denominado la “fracasomanía”. Vale la pena explorar algunas razones para semejante contradicción.
Un primer elemento que ha tenido el avance económico moderno es una desigualdad creciente. El mundo ha experimentado un crecimiento económico sin precedentes pero se ha dado paralelo a una mayor inequidad en el ingreso. Si bien han salido muchas personas de condiciones de pobreza, los descensos en la desigualdad son bajos. Esa desigualdad extrema influye en que no se aprecien los cambios positivos.
También es cierto que el mayor avance económico ha estado asociado a un incremento en la inseguridad. Esto es especialmente cierto en América Latina, donde, además de desigualdad, tenemos tasas de crimen considerablemente altas. En muchos casos es una violencia asociada al tráfico de narcóticos, que se caracteriza por ser una actividad económica ilegal muy rentable y violenta. La inseguridad ciudadana conduce a que muchos percibamos que las cosas empeoran.
Un tercer elemento que contribuye a la mala percepción de la situación son las noticias que se trasmiten. Hoy en día se tiene un mayor acceso a la información a través de los distintos medios. Las malas noticias venden más que las buenas y a lo que nos exponemos en el día a día es a la información de un número infinito de malos acontecimientos del barrio, ciudad, país y el mundo. Enterarnos de todos los sucesos malos que hora a hora pasan a nuestro alrededor, por supuesto que termina por afectar cómo vemos al mundo.
Finalmente, el crecimiento económico ha llevado a que el tamaño del Estado sea mayor. En la medida en que los presupuestos públicos han alcanzado cuantías nunca antes vistas, los ciudadanos esperamos mayores resultados de la gestión pública de nuestros gobernantes. No alcanzar los objetivos que prometen, crea más frustración. Ver que probablemente se hubiesen podido alcanzar mejores resultados con los mismos recursos, puede llevar a que el pesimismo sea más alto.
En síntesis, a pesar de que tenemos un mundo mejor, también existen elementos que fomentan la mala percepción de nuestras condiciones de vida. La fracasomanía es alimentada por una serie de factores fuertes que se reproducen día a día.
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