Las tardes de los sábados parecieran más felices que las demás. Con la alegría de iniciar el fin de semana caminaba por la acera de la calzada sur de la Troncal de Occidente. El color rojo de las rosas a las afueras del cementerio Jardines de Cartagena despertó mi instinto romántico. Me acerqué.
—A la orden patrón— me dijeron todas las vendedoras a la vez.
—¿Cuánto cuesta una rosa? —2000 pesitos “patro” —deme una le dije.
—Venga ya le armo la rosita con una envoltura bien linda —replicó una jovencita.
La compra tardó más de lo que esperaba. Ella buscaba las florecitas que se le anexan a la rosa y luego el vuelto para un billete de diez. Ninguna de las demás tenía para cambiarle de tal manera que pudiera darme los 8 mil de vuelto. — Ay “patro” esto está duro—dijo—.Vamo´ a vé si con el señor Martínez se arregla la cosa.
Ya había percibido que todas las vendedoras tenían carpas descomunales, de color amarillo intenso y de muy buena calidad. Advertí entonces el lema que atravesaba el paraguón: “Gustavo Martínez pensando en Cartagena”.
De lo que no me había percatado era que todos los vendedores ambulantes de la Troncal de Occidente ostentan la publicidad del señor Martínez. Las cuasi centenarias matronas que venden fritos a la entrada de Santa Lucía, también reemplazaron sus desvencijadas carpas rojas por el amarillo vivo. Y es que la nueva mancha amarilla se extiende, hasta donde he podido ver, a sectores como Los Ejecutivos, donde hasta el que vende agua en nevera de icopor luce el incandescente amarillo que sólo es comparado con el despiadado sol que nos azota por estos días en La Heroica.
La ley 130 del 94 es más que clara. Solo durante los 3 meses anteriores a la fecha de elecciones podrá desplegarse publicidad política por parte de aspirantes. Pero como no estamos en campaña sino que ahora la comunidad lanza a los candidatos incluso sin ellos saberlo, pues aquí no pasa nada. Y con respecto a este asunto, como en muchos otros; el silencio y la parquedad para la desabrida administración de turno prevalece. ¿Esto es pensar en Cartagena?
Ganar la confianza de poblaciones históricamente agraviadas por la pobreza, regalándoles artículos de su necesidad, siempre ha sido buena estrategia para sumar adeptos.
Si ya empezaron las disfrazadas campañas sin regulación alguna en un silencio cómplice incomprensible, pues también empecemos a alertar a los incautos. Digamos a los cartageneros que es imposible salir de la situación en la que se encuentran, si primero no se conciben como ciudadanos activos en escenarios de una cultura legal y de acciones de participación transparentes.
Eduquemos a nuestras comunidades como instituyentes de sus propios entornos, para que puedan superar toda acción de los lobos rapaces que se aprovechan de sus necesidades y que se marchan después con las ilusiones de todos en su voraz boca.
Docente Universitario
alvaroquintana@gestores.com
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