Columna


Pedido a abstencionistas

GIL ALBERTO FALCÓN PRASCA

09 de febrero de 2018 12:00 AM

Colombia puede empeorar o mejorar con las decisiones de los ciudadanos de bien y los abstencionistas en las próximas elecciones del 2018 y 2019.

La crisis de los partidos tradicionales, los escandalosos destapes de corrupción local, regional y nacional, las redes sociales plagadas de mentiras, cinismo, demagogia; y el uribismo y  Vargas Lleras, son más de lo mismo.

Quieren conservar todos los privilegios económicos, políticos y jurídicos de la ultraderecha en el poder, y ahora más que nunca con el objetivo de lo que han llamado volver trizas el acuerdo del reciente proceso de paz.

Hay reuniones de candidatos de los conocidos tenebrosos financistas de campañas con buses repletos de los mercaderes de la política, con la compra física del voto, y la trashumancia electoral.

Hay costosas y ostentosas vallas publicitarias, y andan en vehículos de alta gama que muy difícilmente un candidato alternativo puede financiar, por no medírsele a ser apadrinado por dineros mafiosos o de dudosa procedencia.

Existen las conocidas e históricas artimañas de introducir fraudulentamente tarjetones en las urnas y adulterar planillas, para borrar las aspiraciones de los candidatos del voto de opinión. Existe el intercambio de votos por puestos públicos o contratos, OPS y, en general, usar el poder y los bienes del Estado para influir en el voto amarrado de la maquinaria política o clientelista.

Hay politiquería y el tráfico de influencias en el Sena, Bienestar Familiar, las alcaldías, gobernaciones, personerías, contralorías, procuradurías, las cuales no parecen instituciones del Estado, sino comandos políticos.

En el sector privado coaccionan para que cada trabajador aporte un mínimo de votos para conservar el empleo, tal como sucede con una conocida cadena de supertiendas de una poderosa e influyente familia de la región Caribe. 

Están los ricos e inquisidores pastores que no se conforman con los exigentes diezmos, sino que se han obsesionado por el poder político de la ultraderecha, como una fuente de influencia y de enriquecerse por cuenta del erario.

Las autoridades en las elecciones son ciegas, sordas, mudas, ante estos descarados hechos de corrupción contra los derechos fundamentales a la libertad de conciencia, el derecho de opinión, elegir y ser elegidos.

La razón es muy evidente, los poderosos clanes, mafiosos y parapolíticos, los tienen en esos cargos para blindar sus reelecciones o las de los testaferros.

Si los abstencionistas, que son la mayoría históricamente, acuden al clamor de “sí se puede” y ejercen ese gran poder que tienen, que es el voto consciente, el 11 de marzo y 27 de mayo de 2018, derrotaremos sin duda a la corrupción y las mafias.

 

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