El valor del presidente Obama al enfrentar al poderoso lobby del exilio cubano y reanudar relaciones diplomáticas con Cuba, acabará un anacrónico vestigio ideológico de una guerra fría que terminó hace 25 años y también a una de las “grandes anomalías de la política exterior norteamericana”, como calificó la revista The Economist al embargo a la isla.
Más que anomalía, es una aberrante contradicción y doble moral diplomática que Obama busca corregir: como dijo, cambiar una política que durante 50 años ha sido inútil para el propósito aparente de promover la democracia.
Las razones esgrimidas en este medio siglo para mantener el embargo son que Estados Unidos no negocia con un régimen totalitario, sin partidos políticos ni elecciones democráticas. Para la derecha republicana más reaccionaria, Estados Unidos debe ser el policía mundial de los derechos humanos, así su CIA asesine y torture a sus prisioneros.
Son argumentos hipócritas. ¿Por qué China, igual o más totalitaria, es el principal socio comercial de Estados Unidos? ¿Por qué se fomenta la inversión norteamericana en Vietnam, país que los derrotó y mató más de 50.000 de sus soldados? Y eso para no hablar de las dictaduras apoyadas e impuestas en Chile, Argentina o Uruguay.
La doble postura frente a Cuba y China muestra que a los EE.UU. no les preocupan tanto los derechos humanos y la democracia, sino el sagrado derecho a la propiedad.
A los chinos les perdonan no tener elecciones, prensa libre ni Internet, y que violen los derechos humanos, pero que no expropien a sus empresas como lo hizo Cuba. A los exiliados en Miami no les interesa tanto la democracia en la isla como recuperar las propiedades perdidas con la revolución. Hipocresía similar trata de acabar el papa Francisco, quien jugó un papel importante entre Obama y Raúl Castro y en el derrumbe del “muro” de Miami, así como su antecesor Juan Pablo II influyó mucho en la caída del muro de Berlín.
También el Vaticano reaccionario del pontífice polaco tenía doble moral frente a los regímenes totalitarios y antidemocráticos: se opuso con éxito al comunismo en Europa oriental, pero algunos de sus obispos bendecían a los dictadores asesinos de Chile y Argentina. Su preocupación tampoco era la democracia ni los derechos humanos sino derrotar al comunismo ateo.
Otros sectores de la Iglesia opuestos a esas dictaduras, como el mismo papa Bergoglio siendo obispo de Buenos Aires, lo hicieron a escondidas para no ser excomulgados, como tantos cristianos comprometidos en la lucha por la libertad.
COLETILLA: Ahora que Cuba deje de ser calificada como “promotor del terrorismo”, qué enemigo se inventará el expresidente mentiroso a cambio del castrochavismo para oponerse a las negociaciones de paz?
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