El marxismo nunca se ha ido. Ni Marx ha estado en retirada desde cuando irrumpió con sus postulados en el pensamiento económico del siglo XIX.
Lo han espantado, pero sigue vigente como en los albores del Manifiesto y El Capital, solo que otro es el estadio de la sociedad en el cual hay que asumirlo.
Y bajo nuevas circunstancias, condiciones y dinámicas económicas, sociales, geopolíticas, científicas, tecnológicas y, si fueren de atender, las jurídicas y demográficas.
Si se nos diese por desempolvar aquellos textos de Carlos Marx, el economista, es dable que pudiésemos encontrar señales y luces para deletrear las crisis económicas que recurrentemente agobian al capitalismo en su fase superior, el mercado.
Porque todo cuanto está ocurriendo en las economías capitalistas de Europa, Norteamérica y Asia, lo pronosticó y simuló el economista y filosofo alemán, cuyo legado teórico se mantiene vigente y contradice en tal circunstancia los prejuicios intelectuales, ideológicos y conceptuales, que aún pretenden pasar por alto sus diagnósticos y remedios.
Es verdad que algunas de sus proposiciones, por obvias razones históricas admiten revisión o revaluación, especialmente las relacionadas con nociones como fuerzas productivas, modo de producción, plusvalía, lucha de clases, pero de ahí a ignorar ese imponderable teórico construido por Marx en función del desarrollo y progreso de la sociedad, resulta absurdo.
Nadie está obligado a volver por los tomos de El capital, por sus páginas salpicadas de historia y buscar en ellas luces que alumbren salidas a la crisis del capitalismo del siglo XXI.
El de Piketty.
Y no precisamente para derrumbarlo e instaurar en su reemplazo la dictadura del proletariado, otro concepto históricamente revaluable, sino para simular escenarios que puedan dar con una variable que logre sortear las repetidas convulsiones del sistema en sus diferentes escenarios.
Y que, por una de sus leyes inherentes, irradia y contagia todo ese organismo, unidad económica, lo llamaba Lenin, que hoy se conoce como mercado y antes como nación.
Nadie está obligado a recurrir a Marx para ver soluciones a la crisis del mundo capitalista, que es todo el conocido, pero sí resultaría saludable el ejercicio por parte de economistas, presidentes de bancos centrales y privados, capitalistas de alta estirpe y académicos.
En tanto, y mientras hojean a Marx y se distraen del arrobado encantamiento con Piketty, al que no acabo de leer, o del recomendado Deaton, abreven breves en las lecciones del maestro Eduardo Sarmiento Palacio.
¡Oh tiempos! ¡Oh Marx!
*Poeta
CRISTO GARCÍA TAPIA*
@CristoGarciaTap
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