Columna


No al turismo sexual

CECILIA LÓPEZ MONTAÑO

23 de octubre de 2014 12:02 AM

Colombia no puede permitir que se le identifique como un paraíso para la prostitución. Son nuestros ciudadanos y más grave aún, nuestros niños y niñas pobres, los que están en medio de esta denigrante actividad. No podemos permitir que la prostitución, desde la más baja hasta las lujosas ‘prepago’, sea lucrativa y además, una de las únicas oportunidades para sectores de bajos ingresos y de clase media. Sería un fracaso de quienes manejan el país. Este es el diagnóstico y el llamado a quienes tienen poder desde distintas esferas.

Es la sociedad colombiana la obligada a rechazar esta actividad y a apoyar a las autoridades para acabar con las mafias pequeñas y grandes que empiezan a conocerse. Además del inmenso costo humano, que puede ser irreparable, era lo que nos faltaba para acabar de destrozar la imagen del país, que no logra quitarse el sello de ‘mafioso’, no obstante sus esfuerzos. Las redes que empiezan a identificarse y que, por fortuna, llevan a esos perversos personajes a la cárcel, demuestran cómo, de nuevo, lo que no pueden hacer los extranjeros en sus países, aquí es negocio rentable porque explotan la miseria y la ignorancia de muchos colombianos.

Hace mucho se habla del turismo sexual en Cartagena y en Medellín, pero parece estar en muchas otras ciudades. Es que se le añada algo muy doloroso: la explotación sexual de niños y niñas pobres, que viven en barrios marginados. La acción de las autoridades y de la justicia es imprescindible. Sin sanciones contundentes este horrible negocio seguirá prosperando. En parte, es el resultado de las profundas desigualdades del país. Semana habla de las ‘dos Cartagenas’ que siempre han sido obvias y que no despiertan a los funcionarios locales ni nacionales. Cartagena, nuestro gran orgullo, es la cuidad con la mayor pobreza, cuando allí están las casas de los más ricos de Colombia. También se requiere reacción nacional porque, como en el caso de Medellín, esto puede ser herencia del narcotráfico. Hay que reconocer que en esa ciudad se han hecho grandes esfuerzos, más que en Cartagena, para mejorar la vida en las comunas. La experiencia de Medellín demuestra que no sólo con inversión en infraestructura se logra la cohesión social, sino que es necesaria una estrategia para cambiar la forma tan fácil como se acepta la desigualdad como irremediable.

No al turismo sexual, no a la explotación de niñas y niños, debe ser lema de hoteles, restaurantes, centros de diversión, para crear una cultura ciudadana al estilo Mockus. Algo de esto parece que empezó en Medellín. Todo el país debe movilizarse para reconocer que los colombianos queremos acabar con esta forma de turismo, lo que servirá para crear el ambiente para que actúen las autoridades.

*Rotaremos este espacio para una mayor variedad de opiniones.

cecilia@cecilialopez.com

*Las opiniones expresadas por el columnista no representan necesariamente las de El Universal

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