Columna


Malecón

CARLOS VILLALBA BUSTILLO

12 de junio de 2018 12:05 AM

Durante la etapa que Alberto Lleras denominó la del estilo del estado de sitio (gobierno de Rojas Pinilla), fue dictado un decreto que los cartageneros celebraron, por medio del cual la Nación cedía la mitad de la isla de Tierrabomba al municipio y la otra mitad a la Base Naval. Luego aparecieron poseedores y propietarios privados, y el dominio tanto del municipio como de la Base se enredó por falta de ejercicio real.

Con tardía capacidad de rastreo, el gobierno Santos descubrió que la Armada Nacional solo es propietaria del predio Hacienda Tierrabomba, comprado a la Andian National Corporation y no del cedido por la Nación, motivo por el cual resolvió, de un plumazo, no construir allí la nueva Base Naval y formalizó su voluntad con el decreto 975 del 7 de junio de este año, derogatorio de todos los anteriores.

En su edición del lunes 11 de junio, sección Caribe, el diario El Tiempo informó: “Cobra fuerza la hipótesis de que la Armada se va para Barranquilla. Por razones logísticas la isla no es apta”.

Parece ser que la familia Char está interesada en el traslado de la Base para Barranquilla, pero como es probable que no conozca la historia conviene refrescársela. En 1944, la Administración López Pumarejo expidió un decreto trasteando para Barranquilla la Escuela de Grumetes y explotó el fervor cívico de los cartageneros en las famosas Jornadas de Abril, con tal intensidad que hubo manifestaciones populares permanentes y enviados especiales y ministros rogándoles a los dirigentes cartageneros que cesaran las protestas.

Hubo un día -manes de Porfirio Barba Jacob- en que el maestro Echandía, encargado del Ejecutivo por licencia del presidente titular, tuvo un arrebato autoritario y amenazó con preservar la defensa y seguridad nacionales (había guerra mundial) con mano de hierro, cuatro años antes de pronunciar su dubitativa frase: “Y el poder, ¿para qué?”. Vaya ira camaleónica la del campechano custodio del régimen.

Cartagena queda advertida con ese subtítulo de El Tiempo, pues nuestros vecinos de la Arenosa comentan allá que como somos indolentes ante todo lo que nos pasa (para muestra el botón de nuestra crisis administrativa y política) ha llegado la hora de que la Barranquilla floreciente de Alejandro Magno se lleve la Base y nosotros nos conformemos con Reficar, el turismo y los alcaldes encargados.

Vea por dónde va el resignado conformismo de nuestra dudosa autoestima.

El imperio Chibcha, interesado en las hectáreas del acceso a Bocagrande, confiará en que así como la Escuela de Grumetes se fue para Barranquilla en su momento también la Base Naval corra igual suerte y con menos estrépito, así Santos no sea López Pumarejo y el general Naranjo no sea el maestro Echandía. A eso juega la familia Char, conociendo ya el antecedente.

*Columnista

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