Columna


Malecón

CARLOS VILLALBA BUSTILLO

28 de mayo de 2017 12:00 AM

Algo va de Alejandro Ordóñez a Fernando Carrillo. Lo digo porque una observación del doctor Fredy Machado, presidente de Asonal Judicial, me hizo caer en cuenta de que el primero de ellos fue un gran político como consejero de Estado y procurador general. Como consejero de Estado se portó bien con el gobierno de Álvaro Uribe, y la gratificación fue, al vencérsele el período, la jefatura del Ministerio Público. De allí salió de candidato presidencial, en unos escenarios como conservador y en otros como uribista.

Carrillo Flórez, tal como lo anunció al ser elegido, se ha dedicado a ser procurador general de la nación sujetándose a lo que mandan la Constitución y las leyes.

Cuando se derrumbó el Portal Blas de Lezo II, Carrillo llegó a Cartagena e informó en una audiencia pública que se le había abierto un disciplinario al alcalde Duque y que se llevaba el expediente para Bogotá a fin de evitar interferencias molestosas. A los pocos días, tomó la decisión de suspenderlo por tres meses mientras avanzaban las pesquisas. Fue una decisión acertada, aunque para muchos resultara discutible.

En Medellín hubo otra tragedia peor, la del Edificio Space, conmovedora como la de Cartagena y con resonancia igual o mayor. Muchos propietarios perdieron  el techo logrado con esfuerzos y sacrificios que creyeron recompensados, y al procurador Ordóñez no se le cruzó por la mente la posibilidad de establecer cuán responsable pudo ser, por descuido u omisión, el alcalde de la ciudad, de aquella caída tan aparatosa de una de las dos torres del proyecto.

Siendo la soberbia del poder connatural con su ejercicio, y Ordóñez es un caso de mostrar en ese sentido, la malicia indígena –ya el tipo caminaba como candidato en sus visitas a la provincia– lo detuvo ante el accidente del Space. Un aspirante presidencial –pensó– no pelea con los antioqueños. Prefiere que le revoquen una condecoración otorgada por la Asamblea Departamental.

La actitud de Carrillo tiene, en cambio, un valor innegable. Lo sucedido con Manuel Vicente Duque es un sonido de alerta a los mil y tantos alcaldes de Colombia en relación con una dinámica constructora que salva el empleo formal de sospechas e incertidumbres. Se deduce que tendrán más previsión y cautela con las solicitudes de los constructores, y que serán más estrictos con sus secretarios de Planeación y sus directores de Control Urbano.

De otro lado, ojalá que el penoso trance del alcalde Duque –ya que otros semejantes con otros alcaldes no han servido de escarmiento– obligue a cartageneros y residentes a revisar la personalidad, la trayectoria y las ejecutorias de quienes aspiren a gobernarnos en el futuro, si  no queremos que las interinidades –ojalá sean menos de cinco este año– signen nuestro destino de ciudad modelo. 

carvibus@yahoo.es

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