Columna


Lucha contra el hambre

GABRIEL RODRÍGUEZ OSORIO

22 de octubre de 2018 12:00 AM

“Siempre habrá pobres entre nosotros”, dijo Jesús de Nazaret. La pobreza no es mala, lo malo es la miseria. Y esa es la que queremos combatir, la miseria del hambre, la miseria del que se acuesta sin probar bocado alguno. Y que es preocupante porque ya en 1889, el presidente Núñez le decía con desconsuelo a Doña Soledad, que le asombraba que había gente que se acostaba sin comer nada en todo el día. Pues hoy en el 2018, esa cruel situación persiste, luego algo muy malo hemos estado haciendo.

Impulsada por el buen corazón de Salvo Basile hemos iniciado una lucha frontal contra el hambre, cuyo líder principal es el arzobispo Jorge Enrique Jiménez Carvajal, un hombre que le brota la bondad en su mirada mansa.

Nos hemos puesto en la tarea de recoger con los amigos pudientes toneladas de alimentos que se depositan en el Banco de Alimentos de la Arquidiócesis de Cartagena, y que administra con gran sabiduría el arzobispo Jiménez y un grupo de jóvenes que lo acompañan en tan loable labor. Entre ellos los sacerdotes de las diferentes parroquias para hacer llegar los alimentos con eficacia a los hogares que más lo necesitan. Y sobre todo sostener cinco comedores (aspiramos sean muchos más) para dar una buena alimentación a 500 niños, que necesitan los nutrientes necesarios para un buen desempeño escolar y una vida sana. Sobre todo en la estratégica edad de los 0 a los 7 años, cuando el cerebro necesita de una buena dieta, llena de minerales, carbohidratos  y proteínas.

Si no cuidamos a nuestros niños el futuro de Cartagena será incierto. Este descuido es quizás la perpetuación de la miseria. No puede seguir siendo que la única herencia que le dejemos a nuestros hijos sea la desgracia. La invitación es que los hogares que son receptores de estas donaciones, los alimentos lleguen principalmente a los niños y no se quede solo en el estómago de los adultos. Mientras tanto, tenemos que revisar nuestros planes de desarrollo, porque no solo hay que dar el pescado sino enseñar a pescar. Para la muestra, la preocupación de Rafael Núñez que 120 años después persiste.

Ya existe un plan para combatir la miseria, que se convirtió en ley de la República gracias al senador Fernando Araújo, pero cuyos rubros son descomunales, tanto que está planteada para que su efectividad se consiga en el 2033. Mientras tanto, la gente se acuesta sin comer.

De allí la plausible labor del arzobispo y de nosotros para mitigarla. En Cartagena hay más de 300.000 pobres de los cuales 50.000 están en estado de miseria. Y que están principalmente ubicados en 40 barrios y 10 corregimientos a los que hay que atender de manera prioritaria y son precisamente los barrios donde más pulula la delincuencia.

Es doloroso decirlo, pero el mapa de la miseria coincide exactamente, como una sombra nefasta sobre el mapa de la delincuencia.

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