Columna


A los escépticos

ORLANDO JOSÉ OLIVEROS ACOSTA

28 de septiembre de 2016 12:00 AM

No es de ingenuos emocionarse con la paz y creer en ella. Esa fe no nos hace menos inteligentes que quien se mantiene escéptico ante todo (por aquello de que la duda es un rasgo de la lucidez), ni nos convierte en ‘enmermelados’ del Gobierno Nacional (por aquel disparate de que el presidente Santos es dueño de la paz). La alegría ante el fin del conflicto armado en Colombia es una emoción válida y admirable.

Entiendo a la perfección cuando algunas personas alegan que con los acuerdos de paz entre el Gobierno y las Farc no se está logrando una paz absoluta. Tienen razón. Es innegable que en prosperidad, inclusión y desarrollo, Colombia todavía tiene un largo camino por delante, especialmente en lo que respecta al reconocimiento de los derechos de las minorías étnicas y sexuales. Pero ya lo dijo el poeta español Antonio Machado: el camino no existe realmente, el camino se hace al andar. Y los colombianos estamos andando, hemos dejado de arrastrarnos en la brutalidad de la guerra para comenzar a dar pasos tranquilos sobre la senda de la esperanza. Entre todos estamos colocando la primera piedra de un futuro hermoso y necesario.

A quienes este punto de partida les parece poca cosa quisiera aconsejarles que no menosprecien el valor de las primeras piedras: la pirámide más grande de Teotihuacán empezó a construirse con un pequeño ladrillo; la incendiaria y monumental acacia que cierto día rompió la atmósfera del traspatio fue, en un principio, una diminuta semilla. Toda gran obra es el resultado de una pequeña pero significativa acción.

Que las Farc hayan decidido cambiar las balas por los argumentos no significa que todos los colombianos vayan a prescindir de la violencia para justificarse, de hecho habrá viejos grupos inescrupulosos (aquellos que viven de la guerra) que con tal de imponer sus ideas serán capaces de cometer atrocidades. Sin embargo, el ejemplo de las Farc será tomado en cuenta por las nuevas generaciones, nuevos ciudadanos que optarán por las palabras antes de tomar un fusil para transmitir sus opiniones. Ésa es nuestra mayor ganancia: niños y niñas que crecerán con la certeza de que siempre será preferible el debate al combate.

En algunos pueblos suelen decir que si el gallo no canta, el sol no sale. A lo mejor estos acuerdos de paz son el canto que Colombia necesita para que el sol de la democracia y el respeto por fin se alce sobre esta tierra oscura contaminada de tanto odio y tanta violencia.
Incluso los escépticos necesitan de un ambiente libre de balas para expresar sus dudas.
 

@orlandojoseoa

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