Columna


Levántate y Anda, Cartagena

GLENDA VERGARA ESTARITA

26 de abril de 2018 12:00 AM

La política es mala, me dijo Onofre, un vendedor de paletas que estaciona su carrito de campanilla fuera de la cancha de fútbol, frente al parque de Manga. Lo hace al caer la tarde porque tiene una clientela fija de deportistas escolares. Yo me lo encuentro en mi caminata diaria y aunque no consumo su producto por restricciones de salud, me detengo para oírle hablar de asuntos locales. Mire, dijo, y señaló a una multitud que colmaba el parque y estaba uniformada con camisetas estampadas con la foto y el slogan de un candidato a la Alcaldía. Es el mismo cuento embustero. ¿No le parece? Se dificultaba oírlo por los locutores vociferantes que exaltaban los valores de su jefe.

Sí, pero la política no es mala, le respondí a Onofre. Tampoco lo es la medicina, ni el derecho. Los malos son algunos que trabajan en ello, concluí. También le hablé de las virtudes de esa ciencia social cuyo objeto era la organización y el bienestar de las sociedades humanas dentro de un estado con gobernantes y gobernados. Lástima que no sea bien ejercida, agregué, y él me dijo que aquí era peor que en cualquier parte porque el gobernante, como iba a pasar con ese, no gobernaría sino para quienes le  compraran el cargo.

No tuve argumentos para contradecir a Onofre, pero traté de convencerlo de que había políticos que querían transformar a la ciudad desde la alcaldía y le cité el caso de Germán Viana Guerrero, que insistía en crear un frente común con los otros candidatos independientes y pensaba igual que él. "Compran las elecciones para el candidato escogido, y de inmediato lo ponen a firmar contratos para recuperar lo invertido. No es necesario que persiga la realización de un gobierno que busque el bien común. Lo indispensable  es que sirva de instrumento para apropiarse del presupuesto destinado a la inversión social en los barrios más deprimidos, que son los lugares apetecidos por ellos para comprar votos con los dineros de los contratos que no ejecutan en esos sectores".

¿Eso opina? Le respondí que eso sabía y que aún siendo político, se empeñaba en modificar esas corruptas costumbres afianzadas en la política del Distrito. Entonces hay que atenderlo, me dijo Onofre. Le dije que a Viana no le tiembla la voz al afirmar que "Mientras tanto, en Cartagena hay hambre. Sólo 26 de 100 personas pueden comer desayuno, almuerzo y comida, todos los días del año. El resto lo hace de vez en cuando y mal. Les compran el voto en $30.000 cada cuatro años, es decir, que el año sale a $7.500, por lo que cada mes sale a $625, lo que quiere decir que cada día sale a menos de $21. Y la plata sale del mismo a quien le compran el voto, cuando estos inescrupulosos se apropian de los dineros de la inversión pública". Ay niña, aquí sólo hay que esperar el milagro de Lázaro, dijo Onofre.

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