Columna


La Virgen cachaca

JAIME BONET

25 de enero de 2015 12:00 AM

Se discute mucho sobre la calidad de las recientes composiciones vallenatas porque algunos piensan que este género perdió la narrativa. Parte del cambio se debe a la transformación urbana del país. Hoy muchos compositores y acordeoneros jóvenes crecieron en las grandes ciudades. Solo con que varios reyes vallenatos surgieran de las escuelas de Valledupar, y no de donde los juglares de antaño, es una prueba de ello.

También noto en Valledupar que las historias están ahí y me pregunto dónde están los compositores que no las aprovechan para hacerlas canciones. Hace poco, por ejemplo, me contaron la historia de la virgen cachaca y lamenté no tener la habilidad para componer porque me parece que amerita una canción. Escribí estas letras para contar la historia a ver si alguien se motiva a componerla.

Según me contaron, la imagen de la Virgen del Rosario que está en la Catedral, tradicionalmente se saca durante la procesión a la devoción que le guardan en Valledupar. Cuando se inició el obispado de Monseñor José Valbuena, éste consideró que la imagen de la virgen debía preservarse por su valor histórico. Monseñor Valbuena argumentó que la estatua, de origen colonial, debía mantenerse en el atrio y ordenó sacar una réplica para las procesiones. No quería exponer la reliquia a los vaivenes propios de la procesión.

Al parecer esta nueva imagen no le agradó a los feligreses vallenatos, quienes seguían fieles a la virgen original y terminaron llamando a la nueva imagen: la virgen cachaca. Cuestionaron a Monseñor Valbuena, quien, a juicio de ellos, los había obligado a venerar a esa virgen cachaca. El padre Pablo Salas, capellán de la iglesia entonces, consideró adecuada la decisión de Monseñor Valbuena y siguió las instrucciones al pie de la letra, a pesar del descontento de los devotos.
Con el cambio de obispo en la Diócesis de Valledupar llegó Monseñor Oscar Vélez. En ese momento era párroco de la iglesia el padre Enrique Iceda, quien le preguntó a Monseñor Vélez si podría sacar la imagen antigua en la procesión. Este no le vio problema y autorizó regresar a lo tradicional. El beneplácito de los parroquianos fue total y desde entonces la virgen cachaca está en un depósito.

No sé si todos opinan que esta historia merece un vallenato, un canto a la devoción de un pueblo a su Virgen del Rosario, pero a la original, a la verdadera, no esa virgen cachaca que Monseñor Valbuena les quiso imponer, como si el cariño y el afecto fueran endosables. Para mí es una de esas bellas historias del realismo mágico que perduran en el Caribe colombiano.

jbonetmo@banrep.gov.co
 

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