Columna


¿La mayoría eran malos?

MIGUEL YANCES PEÑA

04 de septiembre de 2017 12:00 AM

“El único concierto que se entiende afín a un delito político es el que se acuerda para ayudar a los fines de rebelión” ha dicho la Corte Suprema de Justicia, excluyendo a los paras que no eran rebeldes, sino defensores del orden establecido: no es cierto que los paras no tuvieran un interés político: enfrentaban un ejército; eran apoyados por algunos políticos, quienes recibían a su vez su apoyo (igual que la guerrilla con otros); por algunos empresarios (nacionales y extranjeros); y tras bambalinas también por el propio Estado.

O entendimos mal la historia, o la CSJ perdió la cordura. Veamos:

El movimiento llamado paramilitar surgió como reacción a los movimientos guerrilleros, en especial a la Farc.  Es decir, sin guerrilla no habrían existido las autodefensas, las AUC y lo que después se llamó el paramilitarismo, pues estos movimientos surgieron como única forma de defensa ante la poca eficiencia de las FFAA, que estaban en desventaja por ser citadinas, y carecer de tecnologías y estímulos adecuados.

Aplicando el principio de guerra “los enemigos de mis enemigos son mis amigos”, los paras eran nuestros amigos. Los colombianos veíamos en la contra insurgencia (los paras) la salvación del país. Se palpaba en el grado de atención que merecía Carlos Castaño, su líder más visible, y en el rechazo generalizado a la Farc: recordemos la marcha No más Farc. Nunca hubo un “No más paras”, ese era un grito aislado de la guerrilla.

Como se sabe, los paras se entregaron confiando en que el gobierno de Álvaro Uribe, con la ayuda de los EUA, derrotaría a la Farc -y lo estaba logrando- por lo que ellos no se necesitarían más: desaparecida la acción guerrillera, desaparecería la reacción paramilitar. Eso estaba muy claro. Por lo tanto, si de hacer justicia se trata, habría que ser más benévolos con los paras que con la Farc; o al menos igual de severos con estos últimos que con los primeros: sin embargo, está sucediendo lo contrario.

Los paras y parapolíticos pagan cárcel, o están extraditados, mientras los farcpolíticos están en ejercicio, y los mismos cabecillas del movimiento armado ilegal tienen las puertas abiertas, con beneficios, a la política. ¿Cómo se pretende hacer la paz con tremenda injusticia? ¿Los malos éramos la mayoría que los rechazaba? ¿Los malos ahora son buenos, y los buenos malos, simplemente porque alguien invirtió la lógica?

Lo que parece ser, es que se trata de un ejército vencedor (la Farc) juzgando a sus enemigos. Como hacen los estados comunistas con los contra-revolucionarios: solo falta que los asesinen. ¿Cómo habría que escribir la historia, y cómo se la enseñaremos a nuestros nietos, sin dejar expuesta esa enorme contradicción? Pues en la CP están introduciendo su mezquina y parcializada versión, en un texto de más de 13.000 palabras, según escribió Andrés Hoyos en El Espectador.

*Ing. Electrónico, MBA


MIGUEL YANCES PEÑA*
movilyances@gmail.com

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