Columna


La mala fama del petróleo

MAURICIO CABRERA GALVIS

18 de noviembre de 2018 12:04 AM

Entre muchos de los preocupados por el medio ambiente, el petróleo y sus derivados tienen tan mala fama, que hasta hacen campañas y consultas populares para suspender su exploración y producción. A riesgo de ser políticamente incorrecto, pienso que están equivocados y que la industria petrolera puede ser un aliado del desarrollo sostenible.

Hay dos argumentos ecológicos principales contra el petróleo: que es el gran responsable de los gases de efecto invernadero y así causa el calentamiento global; y que su exploración, producción y transporte causan enormes desastres ambientales. El primero es cierto y, así Trump quiera ignorarla, es enorme la evidencia científica sobre hidrocarburos y el calentamiento global. La mayoría de los países están comprometidos a reemplazarlos con otras fuentes de energía. Pero eso no justifica prohibir su producción, y menos en Colombia, con menos del uno por mil de las reservas mundiales de hidrocarburos.

Como en las drogas ilícitas, la demanda determina usar el petróleo, y no la oferta. Mientras haya millones de carros y buses a gasolina; y miles de plantas generadoras de energía usen hidrocarburos; y los consumidores usen productos de plástico a diario, habrá una gran demanda por el petróleo y sus derivados. Los expertos coinciden en que la demanda crecerá y solo bajará en unos 30 años.

La guerra contra las drogas fracasó por concentrarse en reprimir la oferta, que en campañas de prevención y educación para bajar la demanda. Y además impuso todos los costos de esa guerra sobre los países productores, que ponen los muertos y sufren la violencia y corrupción. Colombia lleva del bulto y los consumidores gringos siguen trabándose.
No se puede cometer el mismo error contra el calentamiento global: si hay demanda por petróleo habrá incentivos económicos para producirlo. Es iluso esperar que prohibir producir petróleo en Colombia, con menos del 1% de la oferta mundial, tenga impacto sobre la emisión de gases de efecto invernadero.

Lo que sí se lograría es que Colombia sufra y pierda cuantiosas exportaciones indispensables para equilibrar su balanza de pagos, y pierda también los enormes ingresos fiscales que financian buena parte del presupuesto público. Y los municipios que prohibieran explotar petróleo en sus territorios también tendrían grandes costos económicos y sociales.

Para el desarrollo sostenible hay que tener políticas para disminuir el uso del petróleo, incentivos fiscales para la innovar en energías alternativas y dar estímulos económicos para usarlas. Todo eso cuesta mucho dinero. Hay que buscar más petróleo –incluyendo yacimientos no convencionales- para subir nuestras reservas y explotarlas mientras haya demanda, y así financiar el desarrollo sostenible.

Analizar si la industria petrolera es sinónimo de desastres ambientales será el tema de la semana entrante.

*Economista
 

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