Nuestra obsesión por el corto plazo en la economía colombiana es legendaria. Cada mes que pasa vamos creando una nueva fijación sobre cualquier variable macroeconómica que nos asusta. Que la tasa de interés. Que el déficit comercial. Que el precio del petróleo. Que el dólar. Que la inflación. Y por ahí vamos dando tumbos y apagando incendios con el afán del momento. Pero, ¿y dónde está nuestra estrategia de largo plazo?, me preguntaría. Pues nada. Nadie la conoce. ¿Usted la conoce estimado lector? Como dirían por ahí: cómo vamos a tenerla si estamos más perdidos que “técnico de refrigeración” en el polo norte.
Pero bueno. También es que le estoy pidiendo jugo de guayaba al tamarindo, porque de Planeación Nacional lo último que escuché era que estudiaban “las posibles causas de la felicidad del cangrejo opita” y hay otro estudio por salir sobre “el impacto que tiene el maíz importado en los abdominales de un gallo capón”. No hay derecho.
Por eso nuestra economía se mueve entre lo acomplejada, lo adictiva y lo mediocre. Acomplejada, porque a pesar de su porte y localización geográfica, sus exportaciones son lamentables. Adictiva, porque tenemos más de 200 años de estar dependiendo –qué vergüenza- de vender un sólo producto primario. Primero fue el tabaco. Luego el café. Y ahora el petróleo. Y mediocre, porque para justificar mediocridades siempre nos comparamos con los mediocres.
Un ejemplo típico de nuestra falta de visión fue la bonanza petrolera de la última década. Mientras todos alertaron al gobierno sobre el daño de la revaluación sobre el aparato productivo exportador del sector manufacturero y agrícola, al Estado le importó un bledo y jamás intentó dejar afuera un porcentaje de dicha bonanza, para ahorrarla y neutralizarla. El resultado: el exceso de dólares acabó con el sector productivo exportador, y hoy cuando el petróleo languidece y las reservas nacionales del crudo se agotan nos preguntamos dónde están las ventas de ultramar para salvar la economía nacional. Bueno, toca responder: busquen en la enfermedad holandesa.
Al final, el gobierno fue un “mala leche” con su sector exportador no tradicional. El país no es competitivo y su política exportadora fracasó. Y con asombro veo que nadie es culpable. Nadie renuncia. Nadie nada. Y como siempre terminamos dependiendo de factores externos y volátiles al capricho del mercado internacional de los commodities.
jorgerumie@gmail.com
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