Yosaila Pushaina, una niña Wayúu de 3 años, falleció la semana pasada en Riohacha a causa de desnutrición severa y que se suma a los cerca de 17 casos de lo que va del 2018. Ella es otra víctima de las condiciones inadecuadas en las que crecen los niños en ese departamento, donde la pobreza y la falta de garantías para el normal desarrollo y crecimiento de la población infantil vulnerable se mezclan de manera fatídica, dando como resultado estas pavorosas cifras de muerte en la primera infancia.
En esos territorios de rancherias olvidadas, los guajiros conviven con las condiciones más agrestes que nos podamos imaginar. A la falta de alimentos se suma la falta de agua potable, de servicios públicos basicos, de atención medica, de programas efectivos que garanticen coberturas adecuadas de vacunación y de programas nutricionales para la infancia, que dicho sea de paso, han producido un sinnúmero de escandalos en todo el país, al convertirse en una eficiente via para desnutrir a los niños y niñas y enriquecer los bolsillos de algunos contratistas de la alimentación.
Esa es la realidad que se vive en la Guajira de las rancherias y que a todos nos debe doler.
Sin embargo, es una realidad que no es ajena para quienes vivimos en Cartagena. Parece increíble pero a pocos minutos del Centro Histórico de la ciudad, que por estos días se engalana con la ilustre visita de famosos cantantes y no menos importantes actores de Hollywood, también estan presentes estas situaciones.
Para no ir muy lejos, en las faldas de la Popa, el emblemático centro de perenigración religiosa y turística de la ciudad, se replican condiciones similares a las de la Guajira, aunque en Cartagena quizás haya un ingrediente que agrava aún más la situación: la violencia social que aqueja a los barrios marginales del Corralito de Piedra. Allí, en las faldas de la Popa vemos niños, niñas y adolescentes sin atención médica, sin vacunar, sin servicios públicos, sin comida, sin agua potable e inevitablemente desnutridos.
Ellos estan allí, debajo de la Popa y cerca de la avenida Pedro de Heredia, a pocos kilometros de los centros comerciales de la ciudad y muy cerca de la más grande despensa cartagenera: el mercado de Bazurto. Aquí no hay sequía, el acceso es relativamente fácil, los hospitales están cerca y las mototaxis pueden llevar pasajeros a los centros de salud y a los hospitales. Aquí todo es más fácil, sin embargo, la indolencia de todos nos conduce a las mismas condiciones de la alta guajira.
Y es que, aunque nos parezca increíble, las cifras de desnutrución en Cartagena son alarmantes, en un estudio realizado en pacientes pediátricos hospitalarios se pudo constatar que cerca del 48% de los mismos tenían algún grado de desnutrición.
Los médicos que atienden a pacientes de toda la costa atlántica en el único hospital pediátrico de la ciudad, tienen que jugar con una variable que se llama desnutrición y que afecta directamente el pronóstico y la recuperación de las complejas enfermedades a las que se enfrentan cada día. Estos médicos se enfrentan frecuentemente a pacientes pediátricos que padecen enfermedades como Leptospirosis, Enfermedad del Chagas, Maltrato infantil, Tuberculosis, Abuso sexual, Dengue, Malaria, Rabia, Leishmaniasis, Sarampión, Parasitosis intestinales y Desnutrición, todas ellas prevenibles y asociadas como muchas otras más a la pobreza y el desamparo en el que viven muchos niños y niñas en la ciudad.
Esa es nuestra realidad, eso pasa en cartagena y eso lo debemos cambiar. Ojalá el sábado 28 de abril que se celebra el Dia de los Niños nos acordemos de todos los que están en situación de vulnerabilidad y hagamos algo para ayudarlos. Son nuestro futuro y se merecen nuestra protección.
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