La unión de Humberto de la Calle y Clara López para las próximas elecciones es una luz de esperanza en medio de las tradicionales divisiones de las fuerzas progresistas del país, que les dificultan construir una alternativa ganadora frente a la más organizada derecha, que siempre supera sus diferencias para llegar al poder.
Tanto la iniciativa de Humberto de invitar a Clara a ser su vicepresidenta como la decisión de ella de renunciar a su candidatura a la Presidencia demuestran coherencia y madurez política, posible cuando hay afinidad en los principios y en los objetivos, por encima de los intereses partidistas y los egos.
La alianza es coherente porque desde que se lanzaron como candidatos ambos hicieron continuos y persistentes llamados a la unidad de los partidos y movimientos de centro izquierda. Lástima que hasta ahora no ha sido posible, pero ellos dieron un primer paso, que no significa abandonar su empeño. Al anunciar su decisión, reiteraron que no desistirán de intentar una amplia convergencia para garantizarle a Colombia un posconflicto con profundas reformas sociales.
También hay coherencia por las muchas coincidencias programáticas de las dos campañas. Las comparaciones pueden ser odiosas, pero a pesar de sus matices, Humberto y Clara son ambos liberales de izquierda, y hay mucha más cercanía programática e ideológica entre ellos que entre el conservatismo tolerante de Marta Lucía y la intransigencia homofóbica del exprocurador, o entre el extremo centro de Sergio Fajardo y la izquierda sesentera de Robledo. Ni para qué hablar de cómo el ansia de poder y el odio compartido contra Santos hizo olvidar, por ahora, las grandes diferencias y peleas personales entre el expresidente del Caguán y el de los falsos positivos.
Los programas del candidato liberal y los del movimiento “Nuestro partido es Colombia” tenían grandes afinidades y coincidencias, por lo cual es muy fácil integrarlos. No solo los une el compromiso con la paz sino el consenso con las cuatro grandes prioridades de un próximo gobierno.
Primera, la equidad y la justicia social: “primero los pobres”, dice Humberto, mientras que Clara enfatiza la necesidad de pagar la deuda social; segunda, acelerar el crecimiento, modernizar la economía y generar empleo decente; tercera, disminuir la inseguridad ciudadana; y cuarta, combatir la corrupción. Son elementos esenciales para consolidar la paz.
De esta alianza se destaca la madurez política de ambos candidatos. Humberto y Clara no solo tienen una enorme ventaja sobre los demás candidatos por tener la mayor trayectoria de servicio público y conocer más el funcionamiento del Estado, sino que están más allá de odios personales y rencores políticos, percibidos en otras campañas. Al oírlos debatir se nota que son dos estadistas decentes, que dan plena confianza y garantía en el manejo de la cosa pública.
Ser los candidatos más maduros no los hace voceros del pasado, como la derecha. Sus programas apuestan al futuro y son la mejor alternativa de los jóvenes para construir una país en el que quepamos todos.
MAURICIO CABRERA GALVIS
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