Columna


Hipocresías informales

ORLANDO JOSÉ OLIVEROS ACOSTA

15 de febrero de 2017 12:00 AM

En la plaza de San Pedro Claver, frente al atrio de la iglesia con el mismo nombre, hay un vendedor de ‘raspaos’ al que las autoridades jamás se han atrevido a desalojar en su afán por ‘recuperar’ el espacio público ocupado por los vendedores informales. Lo mismo ocurre con un embolador de zapatos, un peluquero, un reciclador de chatarra y una mesa en la que cuatro tipos herrumbrosos vienen jugando el mismo juego de dominó desde hace casi veinte años.

A ellos ningún funcionario les ha puesto un dedo encima. Claro, cómo no, si son esculturas, si en el pecho no les late sangre tibia sino una placa de metal. Los turistas que transitan por la plaza se les acercan en grupo y se toman una fotografía que luego suben al Facebook o al Instagram, contentos de haber posado junto a lo que consideran una obra de arte que habla de la riqueza popular de la ciudad.

De esas mismas fotografías están llenas las guías turísticas y con esos mismos vendedores informales la Alcaldía ha promocionado a Cartagena como un destino cultural: palenqueras, fritangueras y carritos de ‘raspao’ desfilan en cada una de las propagandas institucionales; “Te invito al Corralito de Piedra” dice un carretillero sonriéndole a la cámara, “Ven a La Fantástica” comenta una mujer de piel negra disfrazada con un vestido de colores tropicales.

Pero mucho cuidado: que al carretillero no se le ocurra pensar que es algo más que un adorno publicitario, algo más que una escultura de hierro oxidada en una plaza que sólo pueden invadir con absoluta impunidad los restaurantes y los hoteles de ‘lujo’. Que no se vistan los butifarreros, porque no van, que no se ilusionen los vendedores de limonadas, flautas y jugos de borojó, porque en esta ciudad tan clasista ellos sólo hacen parte de la fachada cultural, y su participación está restringida al tenebroso ámbito de las imágenes promocionales.

En esta ciudad los dirigentes políticos se jactan en público de una cultura popular cartagenera que a puertas cerradas aborrecen. ¿Cuántos alcaldes y concejales no musicalizaron sus eslóganes de campaña con un ritmo champetúo y luego censuraron a la Champeta desde sus cargos electos? ¿Cuántos de esos tipos no se han fotografiado al lado de un pescador o de un vendedor de tintos y después los ve uno vociferando contra los ciudadanos que sin oportunidades laborales han salido a ganarse la vida en las calles?     

La hipocresía, señoras y señores, es algo muy jodido.

*Estudiante de literatura de la Universidad de Cartagena
@orlandojoseoa
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