En el año 508 AC, “sin querer queriendo”, un ateniense, Clístenes, hombre de ambición y talento, en su lucha por asumir el poder buscó apoyo de los hombres libres de Atenas haciéndoles promesas; promesas que cumplió decretando como ciudadanos con plenos derechos a todos los hombres libres de Atenas, dando con ello origen y fundamento al incipiente desarrollo democrático como forma de gobierno.
Hasta hoy en su impulso y desarrollo, es la democracia liberal la que ha sido más eficaz y eficiente en cuanto a garantizar y proteger los derechos ciudadanos de libertad, oposición, propiedad y seguridad; las otras democracias con diferentes apellidos han fracasado.
En Colombia, nuestra maltrecha democracia con tantos y tan graves problemas se mantiene con precaria eficacia y eficiencia en cuanto a garantizar a sus ciudadanos los derechos arriba mencionados, constituyéndose la corrupción como el principal obstáculo para superar.
En las familias casi siempre hay algún hijo que desea emular a su padre en cuanto a la profesión, ocupación u oficio; en la antigüedad, en la mayoría de los casos, el hecho se daba por falta de oportunidades o por ausencia de condiciones y otras veces porque regímenes autoritarios así lo imponían, como lo hizo el emperador Diocleciano.
En Colombia, ahora no solo tenemos que soportar la nefasta orden del delfinato, sino que ahora se nos suman los elegidos en cuerpo ajeno; hijos, familiares y allegados pasan a ocupar los cargos que sus mayores y/o jefes perdieron por actos de corrupción y/o atentados contra la democracia, pero cuando la buena gente, la gente decente, muestra su indignación ante tan grande cinismo, se argumenta que en Colombia no existe el delito de sangre, pero todos sabemos que los elegidos en cuerpo ajeno, unos completos desconocidos, lo fueron por los “amarravacas”, aún vigentes, que tienen sus mayores y/o jefes con delincuentes que corrompen al pueblo con plata en mano o lo constriñen a votar a mano armada, amedrentándolo con desplazamiento forzado, con asesinatos selectivos, con masacres.
Hay que ponerle límites al delfinato, a la elección indefinida en los cuerpos colegiados, impedir la elección en cuerpo ajeno, no al voto obligatorio, y darle verdadero poder al voto en blanco.
Depurar la justicia es indispensable, no podemos seguir teniendo jueces y magistrados, demandados por alimento, por aprovecharse de sus clientes, por violencia intrafamiliar, administrando justicia a nombre de la república.
Los acuerdos con las FARC y el ELN posibilitarán, a no dudarlo, cambios positivos en la ley que acabarán con los vicios politiqueros con su lastre corruptor.
grevas6@hotmail.com
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