Columna


Generosidad

NICOLÁS PAREJA BERMÚDEZ

11 de octubre de 2018 12:00 AM

Son escalofriantes las estadísticas de hambre que hemos conocido en las últimas semanas, como para recordarnos a quienes nos sentamos a disfrutar del alimento diario sin mayores dificultades, que no podemos estar tranquilos de conciencia.

Los datos entregados por diversas fuentes, de las cuales me basta mencionar los de Cedetrabajo, expresan una situación de terror, que debería generarnos altísima inquietud y compelernos a hacer algo más por los miles de menores y adultos cartagener@s que no comerán hoy o recibirán raciones precarias en el día, todos los días.

Claro que la ciudad tiene muchas carencias, pero alimentarse es apenas la más esencial y primera de todas las necesidades que debe satisfacerse para poder tener mente, cuerpo y voluntad dispuestos para la expansión de las demás potencias personales.

No podemos continuar con el natural afán de adquirir cada vez más bienes materiales, aislándonos de nuestro entorno, pues es el camino que ciega para ver las necesidades ajenas y nos niega el hermoso impulso de tratar a las personas que necesitan lo más básico de la existencia. Un antídoto eficaz contra esa desvinculación con los más necesitados es la generosidad, que consiste, básicamente, en considerar que los bienes que poseemos, los hemos recibido para administrarlos bien, incluidos los inmateriales, como la amistad, la comprensión o la solidaridad.

Esta, la solidaridad, es manifestación concreta de la caridad y hermana práctica de la generosidad, que impone la necesidad de servir; y es una lástima cómo buena parte de nosotros tenemos que demorar años para terminar de comprender que una vida sin servir, al final, carece de sentido. Por eso, en el fondo, todos sentimos profunda admiración por aquellas personas que deciden, con inusual desprendimiento, dedicar su vida a servir a los demás; las sabemos superiores a nosotros y son el mejor ejemplo de lo mucho que puede cambiar un solo ser humano su entorno.

Y en la ciudad tenemos variados ejemplos de personas e instituciones que lideran programas para alimentar a los más necesitados, como doña Lorenza, Fundación Granitos de Paz, la casa de encuentro de María Revive, Fundación Dones de Misericordia, para sólo mencionar las que recuerdo al escribir estas líneas.
Estamos obligados a poner en movimiento los talentos que Dios nos ha dado, bien sea con bienes materiales conforme a nuestras posibilidades, o con la donación de nuestro tiempo y conocimientos, para coadyuvar en la realización de buenas obras.

Y tenemos una oportunidad para comenzar o recomenzar desde el 16 al 20 de octubre, en la Alimentatón, programa del Banco de Alimentos de la Arquidiócesis, que tiene por objeto recolectar productos que permitan llevar alimentos a nuestros hermanos cartageneros que están pasando física hambre. ¡A participar!

*Abogado

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