Columna


Estado que resta

RUDOLF HOMMES

15 de abril de 2018 12:00 AM

Asombra el grado de frustración de algunos empresarios con el Gobierno y la incapacidad que han desarrollado de comunicarse y de actuar coordinadamente para resolver problemas que pueden afectar negativamente la inversión y el desarrollo de ciertas actividades o regiones.

Dos ejemplos para ilustrar el problema, que es generalizado...

Un empresario de finca raíz tenía un lote en un sector relativamente estancado de su ciudad y decidió emprender una obra en dos etapas (edificios) que va a tener un impacto muy favorable sobre la zona y puede rescatar varias manzanas deprimidas alrededor. Después de iniciada la primera etapa y estando la obra relativamente avanzada, la ciudad triplicó el avalúo del lote y el promotor tiene que pagar un impuesto predial mayor,  como consecuencia de la inversión que él mismo ha emprendido. Está furioso porque no comprende cómo lo desestimulan, al punto de haber perdido el entusiasmo para adelantarla. El alcalde de la ciudad lo ha oído, pero es relativamente impotente porque los técnicos de planeación o del catastro dicen que modificar el avalúo les acarrearía a ellos o al alcalde problemas legales, hasta penales. Es una situación en la que la ciudad pierde porque lo que deja de recibir es muy superior al impuesto adicional que se quiere cobrar.

El que se encuentra en la peor situación es el alcalde que quiere que el proyecto se desarrolle en su totalidad, ve el perjuicio, y sin embargo no tiene herramientas para resolverlo. El embajador de un país europeo que conoce la situación le aconseja al empresario irse a su país a emprender esas obras porque allá las normas no obligan a los funcionarios a proteger el árbol y no el bosque. Los alcaldes pueden ofrecer condiciones para que se realicen las inversiones en sus ciudades y no en el país vecino.

Otro caso es el de un empresario que exporta una o dos veces al año un producto de mucho contenido técnico que llama la atención que se produzca en Colombia por su sofisticación. Como su empresa está localizada en el interior del país tiene que exportar por Cartagena o por Buenaventura y para hacerlo se acoge a un procedimiento en el que el trámite aduanero se realiza en la ciudad de origen y se envía el contenedor sellado al puerto para que se embarque a su destino. Pero aparentemente los narcotraficantes hacen uso de esa misma ruta y cuando el contenedor sellado llega al puesto, a pesar de que se cuenta con escáner, someten a la carga a inspección física. El importador extranjero recibe la carga en condiciones que no cumplen con sus estándares de calidad. Y el exportador, que no tiene con quién hablar para resolver su problema, deja de exportar. Esto les ha sucedido a exportadores de muebles y de flores tropicales, entre otros.

Nos enfrentamos a un estado que resta. Dos elementos esenciales para crecer es poder invertir y exportar. Hay que reinventar al Gobierno, no solamente al empresario, y esto requiere en primer lugar que empresarios y funcionarios encuentren la forma de trabajar juntos, no como adversarios.

rhommesr@hotmail.com

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