Columna


En manos de las minorías

EDUARDO DURÁN GÓMEZ

24 de octubre de 2016 12:00 AM

Lo que el país no se ha detenido a analizar es que después del resultado del plebiscito por la paz, lo que realmente hay que destacar es que los colombianos quedamos en manos de las minorías. El resultado reflejó claramente que del total de votantes, el 60% se abstuvo de hacerlo y del 40% que votó, se dividieron entre la aprobación o no de los acuerdos pactados con las Farc.

¿Qué piensa realmente la mayoría representada en la abstención? No lo sabemos y tampoco nadie se ha ocupado de averiguarlo. Mientras tanto las dos mitades minoritarias, continúan debatiéndose en un escenario netamente político en donde quieren definir si quien gana es el presidente Santos con su acuerdo, o Álvaro Uribe con su propuesta del No. 

Lo curioso es que ambas partes siempre han manifestado que lo que quieren es la paz, pero a su manera; y en esas condiciones creo que no va a ser posible producir los acercamientos necesarios que permitan entender, qué es lo que realmente quiere la gente y de esta manera poder identificar el mejor escenario para el futuro de Colombia.

Lo cierto es que llevamos 52 años de violencia continua, produciendo muerte y frustración, y el paso de esos años nos han demostrado la incapacidad de la clase dirigente para llegar a diseñar los mecanismos que nos permitan rescatar la tranquilidad. Cinco décadas heredándole a nuestros descendientes un escenario de violencia lleno de las mas injustas y cueles incertidumbres, en donde no hemos sido capaces de producir un liderazgo para devolvernos la confianza, la tranquilidad y la esperanza en el futuro.

Si los espíritus del protagonismo no se desarman; si los odios no se deponen; si los verdaderos principios no se propician; si los propósitos de grandeza no se conectan; si el significado de la anhelada paz no se plasma, tendremos en frente la seguridad de que la guerra va a continuar y de que la oportunidad de alcanzar la paz, no ha sido otra cosa que un nuevo fracaso para el pueblo colombiano, sumido en una clase dirigente incompetente, torpe e irresponsable, que como producto de su pretendido protagonismo no tendrá otra cosa para mostrar que una nueva frustración.

La hora presente no es para exhibir derrotados, ni para reclamar triunfos individuales, es para devolverle a los colombianos la paz perdida hace 52 años, en una hora horrible y aciaga, que se ha proyectado sobre los colombianos como una sombra siniestra, llena de vergüenza.

edgo01@hotmail.com

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