Columna


El tiempo…;

CARMELO DUEÑAS CASTELL

04 de octubre de 2017 12:00 AM

En el año 46 a. C. Julio César reformó el calendario romano. El calendario juliano, que imperó en casi todo el mundo durante más de 1.500 años, establecía un año bisiesto cada cuatro años, contando que el año tenía 365,25 días. Sin embargo, el calendario tenía un desfase de 11 minutos y 14 segundos cada año o de un día cada 128 años. Así en 1580 el calendario ya llevaba un retraso de 10 días con respecto al calendario astronómico.

Un 4 de octubre de 1582, el papa Gregorio XIII decreta el calendario gregoriano, con 365,2425 días, para sustituir el calendario juliano. Así, al jueves 4 de octubre de 1582 siguió el viernes 15 de octubre. Se implementó en casi todo el mundo pero solo se empezó a usar en Rusia y oriente a comienzos del siglo XX.

La realidad es que el año tiene 365,242189 días. De manera que el calendario gregoriano también tiene una pequeña inexactitud de un día cada 3 mil y pico de años.

Hoy 4 de octubre del calendario gregoriano sería 21 de septiembre de 2017 del calendario juliano. Y, por ejemplo, el 8 de marzo de 2017, día de la mujer, habría sido el 25 de febrero en el calendario juliano. Más aún, el 12 de octubre de 1492, en el calendario juliano, realmente hubiera sido 21 de octubre del calendario gregoriano y por tanto la celebración del descubrimiento de América, este año, debería ser el 21 de octubre. Bueno, los dos calendarios se igualarán para el año 2100.

Siempre que pienso en el tiempo viene a mi mente esa fantástica obra de Proust, “en busca del tiempo perdido”. Gigantesca en sus 7 partes, escritas hace un siglo y que trata de un joven francés, embebido en la burguesía parisina y deslumbrado por el mundo que lo rodea y por haber descubierto su homosexualidad. Todo comienza con una extensa disquisición sobre la dificultad para conciliar el sueño. En la segunda parte describe un amor que se agiganta con las adversidades a las que debe enfrentar. No abusaré pretendiendo resumir una obra tan hermosa. Quien no la haya leído debe hacerlo. En la obra predominan y dominan los personajes femeninos. La valentía al describir en el libro la homosexualidad y la bisexualidad, en una época tan difícil, contrasta con el máximo secreto con que escondió su homosexualidad. Pero, además, el autor describe, con gran prolijidad, todo lo humano que en el mundo hay y ha habido: historia, política, sociología, guerra, amistad, etc. El estilo de Proust es inconfundible: entre un punto y otro hay extensas y alargadas frases, pletóricas de descripciones, plagadas de metáforas que dejan al lector sin aliento. El libro parece ser una de las últimas expresiones artísticas del barroco.

En fin, en nuestra Cartagena no tiene la mayor importancia si vivimos en el calendario juliano o gregoriano puesto que el tiempo que hemos perdido es tan grande que solo resta esperar que nos alcance esta vida y la otra para recuperarlo.

 

 

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