Columna


El ruido

CARLOS GUSTAVO MÉNDEZ

21 de diciembre de 2014 12:02 AM

Según el editorial de El Universal del 17 de diciembre “El gobierno del alcalde de Cartagena, Dionisio Vélez Trujillo, presentará un documento ante el Senado de la República para que quede incluido en el Código de Policía, que permitiría que los agentes puedan entrar a casas de particulares a decomisar equipos de sonido cuando estos excedan los límites permitidos y no acepten reducir el volumen ellos mismos”.

De tener éxito esta propuesta sería de mucha utilidad para  mejorar  la convivencia ciudadana porque el ruido es uno de nuestros mayores problemas. Este asunto que tanto afecta la  vida citadina es antiguo, el  poeta Juvenal (60 DC-128 DC) decía que el traqueteo de las carretas en Roma era tan insufrible que hacía que  muchos enfermos fallecieran al no poder dormir. En el siglo XIX, según Eduardo Lemaitre,  Rafael Núñez,  escribió un ensayo denominado “Filosofía del ruido”, en donde entre otras cosas dice que a medida que los pueblos se civilizan se va reduciendo el volumen de sonidos.

Cartagena está polucionada por el ruido. En los paseos peatonales de Bocagrande y Castillogrande  los fines de semanas  decenas de jóvenes parrandean acompañados por la música ruidosa que proviene de costosas camionetas que, envilecidas por la estética traqueta, ostentan decenas de parlantes, cuya bulla perturba la tranquilidad de los vecinos. En muchos barrios de la ciudad, los “picós” en ocasiones alcanzan cotas de más de 105 decibeles, cuando en un sector residencial no se deben sobrepasar 65 en el día y 55 en la noche.

Las autoridades ambientales les deben poner atención a la polución ambiental generada por el ruido, un daño inmenso que se le hace a la comunidad no solo porque afecta el sueño, sino porque varios estudios revelan la relación entre exceso de ruido y muchas patologías auditivas y cardiovasculares, además de que incrementa la agresividad. Muchas trifulcas recientes que han dejado heridos, muertos y actos de vandalismo, se han generado en algunos barrios por la perversa conjunción de ruido y alcohol. Pero, aparte del aspecto médico, es verdad sabida que la música a altísimo volumen fomenta el aislacionismo, ya que la gente que escucha esta música o la  baila, no se relaciona con sus contertulios o con su pareja ya que el estruendo no los deja interactuar.

Ojalá  sea aprobada la iniciativa que permite decomisar los equipos de sonido ruidosos, lo que le serviría a la policía para ayudar a combatir el flagelo del exceso de ruido, que es el germen de muchas trifulcas y crímenes. Muchas peleas de pandillas se originan en fiestas animadas por equipos de sonido monstruosos, cuyo exceso de decibeles, aunado al alcohol y drogas, propician la agresividad.

*Escritor
menrodster@gmail.com

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