Columna


El poder de los vencidos

ORLANDO JOSÉ OLIVEROS ACOSTA

29 de agosto de 2018 12:00 AM

Creo que con once millones seiscientos mil votos que obtuvo la Consulta Anticorrupción, ganó lo más importante: el mensaje. Más allá de las siete preguntas que no superaron el umbral, de los reparos por la inconstitucionalidad en dos de ellas o del debate de si eran propuestas eficaces para combatir la degradación política del país, más allá de todo eso, detrás de la aparente derrota, está la voz de una sociedad que expresó con autoridad su fastidio por la corrupción.

Se trata de una indignación que cada vez más encuentra su espacio de batalla en las urnas y no sólo en el escenario virtual de las redes. Por ahí circula una infografía que muestra el crecimiento exponencial de los votantes que optan por políticas progresistas y transparentes en lugar de la oprobiosa politiquería tradicional: 6.363.989 votos por el SÍ en el plebiscito que aprobaba los acuerdos de paz entre el gobierno y las FARC en el 2016; 8.034.189 votos por un candidato presidencial alternativo a las hegemonías políticas del país en junio de 2018; y ahora 11.669.346 votos en esta consulta popular de agosto que no alcanzó el umbral, pero que sumó más papeletas que las que eligieron al presidente de la República, Iván Duque, que obtuvo 10.373.080 votos.

Tal parece que las ciudadanías libres, empoderadas de los mecanismos democráticos de participación, aumentan. De seguir con esta tendencia, en algún momento de los próximos cuatro años Colombia podría experimentar un cambio político sin precedentes. Esa es la buena noticia en medio de todas nuestras derrotas electorales: que todavía es posible una revolución positiva impulsada por millones de personas conscientes de que no todas las transformaciones conducen a Venezuela.

En una nota muy breve para un cuento fantástico, el escritor Jorge Luis Borges escribió que “la derrota tiene una dignidad que la ruidosa victoria no merece”. Así es como veo los triunfos del uribismo: ruidosos, indignos, cercados por una orgullosa legión de vencidos que con el paso de los meses se vuelve más numerosa. Y ojo que estos no son hombres y mujeres que, luego de perder, se resignan. Todo lo contrario: aquí se está gestando la rebelión de los vencidos. En una historia dedicada a la celebración de la voz humana, Eduardo Galeano cuenta que el vencido no está del todo vencido hasta que le cierran la boca, por eso los indios shuar cosen los labios de los derrotados con una fibra que jamás se pudre. Eso en Colombia no han podido hacerlo, aunque ganas no les han faltado a los poderosos.

El tiempo seguirá ensanchando las multitudes desengañadas por los políticos corruptos y reaccionarios. Es la fuerza de los vencidos, tan profusa y persistente como el enjambre de hormigas voladoras que nace siempre después de los diluvios.

*Escritor

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