Un caso insólito, que muestra lo injusto que puede ser la ley, y los jueces que tienen la obligación legal de ceñirse a ella, se está presentando en el barrio La Troncal.
Para resumir: el terreno donde fue construido el barrio fue vendido por lotes hace muchos años. Una parte de él, lo cedió su propietario a la comunidad, que lo convirtió en zona de recreación. Como es apenas comprensible que ocurra, la titularidad del parque quedó en cabeza de su dueño original; nadie se ocupó de hacer su transferencia al Distrito.
Con el tiempo el propietario fue embargado y el “lote parque” fue vendido en remate. Su nuevo dueño reclamó la propiedad, y los jueces le dieron la razón. Ahora, con protección policial, para neutralizar a una comunidad unida por el atropello legal, ha levantado una cerca para delimitar y proteger como propio, ese lote que por 37 años ha sido de la comunidad.
De insólito califiqué este episodio, ante todo porque nadie compra sin antes inspeccionar lo que va a comprar; además, porque a nadie se le ocurre ganarse en contra una comunidad al comprar un lote que, desde hace tanto, ha sido su parque; su sitio de encuentro y diversión. Haga lo que haga con él (construirlo, vivirlo o venderlo), quien lo ocupe, nunca va a lograr ser aceptado, mucho menos querido, entre los vecinos. ¿Quién desea esto?
Los agrupamientos humanos, las colonias en el extranjero, por ejemplo, son la mejor muestra de que todos los individuos se rodean de personas que compartan sus mismas formas de ser (su cultura) como condición mínima necesaria para lograr ser aceptados, queridos, protegidos, valorados. ¿A quién se le ocurriría vivir entre enemigos? A nadie; y quienquiera que ocupe ese “lote-parque” lo será, porque será visto como un usurpador de la felicidad de todo un conglomerado humano: ese solo hecho desvaloriza el lote. El negocio que pretendió hacer en el remate terminará siendo un negocio chimbo. Bien es sabido que detrás de cada uno, suele haber una desgracia humana; son el escenario de los animales carroñeros.
Visto está, que este no es un asunto de jueces, porque las leyes existentes no permiten vislumbrar lo injusto del proceder. Aquí hace falta gobierno: en este caso el Distrito. Cometida la barbaridad, y para evitar más violencia de la que se está presentando, que podría llegar a causar daños materiales y víctimas, el Distrito debe resolver este asunto, por sugerir una idea, expropiando el famoso lote a su nuevo propietario, y cediéndolo a la comunidad.
No obstante, la Alcaldía se lava las manos con el pueril argumento de no poder controvertir las decisiones de un juez. Obvio que no, pero sí puede actuar como lo indiqué en el párrafo anterior. Póngale un poco de imaginación y buena voluntad.
Para cerrar columna: “Quien desea hacer algo encontrará los medios, quien no, encontrará la excusa”. Ya la alcaldía tiene la suya.
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