Columna


El fin no justifica los medios

FIDEL A. LEOTTAU BELEÑO

12 de octubre de 2015 12:00 AM

La buena educación se abre paso, expresa agradecimientos, solicita permiso o reclama perdón al equivocarse. El papa Francisco  pregona que abramos los ojos para diferenciar en esto, porque dentro de ese formalismo puede esconderse la infamia: “Detrás de muchos buenos modales se esconden malas costumbres”. En los evangelios está: “Por sus frutos los conoceréis”. Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces”.

Las buenas costumbres o los valores humanos están encasillados en tres grupos: deberes, derechos y valores. Bien sabemos que los deberes son reglas de cortesía y buenos modales que todas las personas debemos cumplir para convivir armoniosamente en sociedad. Los derechos son las condiciones que toda persona exige para vivir dignamente, por el hecho de haber nacido en el planeta tierra. Y los valores son las costumbres que practicadas por las personas las hacen dignas de estimación.

La maquiavélica frase de “el fin justifica los medios”, casi siempre una máscara. Dios castiga la trampa, el fraude y la explotación. No vale un fin maravilloso si se obtiene con actos corruptos. No podemos apartarnos de la justicia, ni baratar la dignidad de otra persona para alcanzar un fin. Los logros sin justicia son inmorales, como fortunas, ascensos, premios, fallos, decisiones, arbitrajes diagnósticos, certificaciones, diplomas, permisos y todas las decisiones acomodaticias por medios que incluyen desapariciones y muertes. Balzac lo resumió: “Detrás de toda gran fortuna hay un delito”.

Típico el caso bíblico de la Viña de Nabot. Era un hombre bueno que poseía una  viña al lado del palacio de un rey injusto. Un día el rey le dijo a Nabot: “Dame tu viña para que me sirva de huerto y yo te daré otra mejor o su precio en dinero”. Nabot respondió: “Líbreme Dios de darte la herencia de mis padres”. Entonces el rey se irritó y se llenó de tristeza. Su esposa lo increpó diciéndole: ”¿Acaso no eres tú el rey? Levántate  porque te daré esa viña”. Tramó una falsa acusación contra Nabot e hizo que muriera apedreado. Y le dijo al rey: “Toma posesión de la viña porque su propietario ha muerto”.

Sin justicia, el amor se diluye en un romanticismo cómplice del mal. La convivencia pacífica que todos anhelamos, pide que todo sea justo. Por ello el proceso de paz de la Habana está enmarcado en los diálogos, medios justos para un fin noble, la anhelada paz. Estas reflexiones también te invitan a que sepas elegir este 25 de octubre a una dirigencia transparente, enmarcada en pensamientos, palabras y hechos, nutridos en el entorno de respeto, libertad, justicia y paz. De hecho, el fin no justifica los medios.

fidelalejandro@costa.net.co
 

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